jueves, 1 de marzo de 2012

Influencia de la fisiología en la producción literaria

La capacidad de crear en su sentido más estricto la inmensa mayoría de
los hombres se la atribuye exclusivamente al concepto que cada uno posee de
la divinidad, y en los casos en que algún individuo se considera liberado de
ligaciones religiosas, suele atribuírsela a la inspiración de las musas como
entes que sin ser semejantes a los dioses se encuentran a medio camino entre
la omnipotencia insoslayable y la grosería, que viene de grosor, de las
criaturas hechas de materia perceptibles a los sentidos de cuanto se mueve
sobre la corteza de la tierra. Es como si nos empeñásemos en buscar la
explicación más complicada a un problema que tal vez lo tenga dentro de
nuestro propio ámbito tridimensional y que con mucha probabilidad se
encuentre en los límites mismos de la constitución fisiológica de nuestro
cuerpo, y no tanto porque pongamos en duda, este no es el sitio ni el
momento, la existencia de un creador superior único ni siquiera el de las
musas de lindas trenzas, como diría Homero en sus insignes obras, sino
porque con independencia de este principio existencial, es muy posible que
la relevancia de las inquietudes creativas de quienes interactúan bajo la
bóveda de los cielos no alcance méritos suficientes a sus ojos para avenirse
a influir en sus engendros, que viene de engendrar, como Dios y las musas
mandan. Son infinitos los casos de autores que han sentido la necesidad de
exteriorizar su capacidad creativa después de sufrir una experiencia fuerte
en su vida, como un accidente grave, la pérdida de un ser querido o el
contacto personal con fenómenos impactantes. Sabemos que Edgar Allan Poe
escribió una buena parte de su magnífica obra en estado de embriaguez, que
Beetoven subrió el deterioro de su salud a causa del plomo que se agregaba
entonces al vino para mejorar su sabor, que El Greco, posiblemente fumara
jachís cuando se sentía más inspirado. Camilo José Cela cuenta que terminó
La familia de Pascual Duarte estando enfermo con casi cuarenta grados de
temperatura, creyendo que iba a morirse, con la intención doméstica de
dejarle acabado el libro a su mujer para que pudiera vivir publicándolo. De
Valle Inclán suele decirse que en alguna etapa de su vida escribía tumbado
en la cama porque no podía levantarse de debilidad a causa del hambre.
José Mas, de quien hemos puesto recientemente un interesantísimo artículo
sobre José Luis Sampedro, afirma que debe parte de su producción poética a
las arritmias cardíacas que le llevaron al quirófano hace unos años.
Podríamos decir, esto es cosecha mía, que Gabriel García Márquez debe El
coronel no tiene quien le escriba a un episodio gástrico agudo personal de
diarréicas consecuencias.
Si admitiéramos la mano directa de la divinidad en la creatividad humana,
no nos queda más remedio que aceptarlo también en los casos que citamos, y
no estamos seguros de que incluso los mas creyentes en todos los casos
estuviesen de acuerdo.

1 comentario:

  1. Puede ser un tema un tanto polémico este de atribuir a asuntos fisiológicos la chispa que enciende la luz de la creatividad, pero no lo es menos que ésta proceda de fuentes tan evanescentes y huidizas como las musas o la revelación de los cielos. Lo evidente es que algunos privilegiados gozan del don de las letras y gracias a eso nosotros disfrutamos leyéndolos.

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