viernes, 23 de marzo de 2012

Álvaro Pombo, una persona de trato exquisito y verbo cálido.

Le conocí en Santander una mañana de principios de mayo que llovía con
fuerza y soplaba el viento del norte. Visitábamos la Feria del Libro que
suele celebrarse en esa temporada del año, y Alvaro Pombo estaba siendo el
escritor invitado de la misma, pronunciando el pregón de su inauguración y
apoyándola con su presencia continuada.
Santander es para Alvaro Pombo una ciudad con la que se siente muy
identificado. Nació en Santander en 1939, y en Santander se encuentra
radicada su familia desde hace generaciones enteras disfrutando del
prestigio social de los apellidos que an adquirido popularidad y renombre
con el paso del tiempo.

La lluvia azotaba la carpa que cobijaba los stands contra las inclemencias,
y las pocas personas que había allí en lugar de estar por interesarles los
libros lo hacían para refugiarse del agua bajo la mirada comprensiva del
escritor, que permanecía sentado a la espera de algún lector interesado en
que le firmara un libro.
Yo le había oído hablar alguna vez por radio, y me había llamado la
atención su conversación amena, su dominio del lenguaje y su capacidad para
cautivar al oyente suspendido en la atracción de su voz serena y sus
palabras magnéticas. Por entonces había leído pocos libros suyos, creo que
sólo El héroe de las mansardas de Mansard, Donde las mujeres y La cuadratura
del círculo, y en todos ellos había encontrado algo que me gustaba y algo
que no tanto, pero decidí acercarme para decirle que había leído algunas de
sus obras y agradecerle la publicidad que hacía de nuestra ciudad cuando
intervenía en entrevistas y tertulias en los medios de comunicación.
Algunas veces, cuando estamos con alguien de quien sólo tenemos
referencias por ser una persona conocida, nos sentimos decepcionados
esperando que fuese más alto, más elegante o le acompañasen virtudes
excepcionales que no se ven contrastadas con la realidad del contacto
cercano. A mí me pasó lo contrario, y desde el primer momento tuve la
impresión de encontrarme delante de una persona atenta y amable. Digo atenta
porque me prestaba atención como si para él en ese momento fuera lo más
importante del mundo, y digo amable porque era exquisito en la forma de
escuchar lo que le decía y escoger las palabras más cordiales para
contestarme.
Le pregunté por su próximo libro, y me dijo que también lo situaría en su
tierra, aunque seguramente daría nombres supuestos a los distintos enclaves
y las referencias a la ciudad de Santander las haría con algún nombre creado
a propósito.
He recordado esta anécdota al leer La fortuna de Matilda Turpin,
reconociendo en sus páginas algunas de las playas de nuestra costa, algunos
pueblos y, de forma muy concreta, la ciudad de Santander bajo el nombre de
Letona. Probablemente él no me habló nunca de esta novela y tal vez de
ninguna otra en concreto, pero a mí me gusta pensar que así fue, y al releer
La fortuna de matilda Turpin, el libro seleccionado en el taller para este
mes de marzo, me ha venido a la memoria el día que pude saludar
personalmente a Alvaro Pombo en la Feria del Libro de primavera y me dejó
tan buen recuerdo.

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