martes, 30 de octubre de 2012

Consideraciones en torno a Ensayo sobre la ceguera

(Agradecemos especialmente a Miguel que nos haya dado la oportunidad de
conocer este magnífico trabajo de su amigo, y a los dos su facilidad para
que lo coloquemos en el blog y que podamos darlo a conocer a todos los
visitantes).




Una reflexión de profundo calado en los entresijos de la condición humana es
la que entrega José Saramago en su novela Ensayo sobre la ceguera. La
reflexión tiene su principal agudeza en el hecho mismo del título escogido
por el autor: no se trata de Novela sobre la ceguera, sino Ensayo sobre la
ceguera, advertencia misma que desde el comienzo indica al lector una
argucia muy suspicaz. Saramago aprovecha lo que la palabra ensayo supone, en
tanto género literario que, tal su presupuesto, indica: ensayar es colocar
la capacidad íntima del autor en el deslinde de ideas, profundización de un
tema desde una perspectiva personal en la que se entrelazan los factores más
diversos de ascendencia cultural que provoca una reflexión, y en ese orden
lo cultural lo incluye todo. Ensayar es tantear, comprobar desde diversos
ángulos lo posible de una disposición afectiva y cardinal sobre un tema. En
este caso, Saramago se adentra en las contingencias de una sociedad puesta
al límite, donde una extraña epidemia, por decirlo de una manera donde la
metáfora no excluye el juicio puntual, no solo enceguece las miradas, sino
que pone a prueba las capacidades de supervivencia y de afirmación de lo
humano por encima de los instintos más provocativos que pueden conducir al
desorden y el abismo total. Si hubiera dicho en su título Novela sobre la
ceguera, los recursos de la ficción hubieran puesto en primer orden lo
imaginario estricto, en tanto que al poner la palabra ensayo, advierte que
el acto de ensayura sobre el tópico en cuestión, que es en este caso la
ceguera colectiva, busca una explicación cuya razón se encuentra en las
valoraciones entrecruzadas desde la perspectiva del ensayo como género que
se convierte aquí en juego metyafórico a favor de la utilidad de la ficción
narrativa encubierta, propniendo un mestizaje de géneros literarios en el
que la voluntad imaginaria de la novela se adentra en las indagaciones que
sobre el hombre y sus ámbitos más perentorios desarrolla el ensayo como
género literario. Se trata de una de las novelas más representativas de un
período de creación en el que Saramago apuesta firmemente por la fabulación
más universalista desde extremos locales ubicuos, en lo que refiere que no
es un país nominado, sino cualquier territorio donde el ser humano
experimenta lo social y sus entornos. Ensayo sobre la ceguera expresa el
genio más agudo del gran erscritor portugués, en una novela que, en estos
tiempos de crisis por doquier, alcanza una perspectiva global. Una escritura
de fuerte carga poética, elegante y efectiva, a la vez que un entretejido de
personajes y circunstancias que hacen de la novela una fábula intemporal y
exhaustiva sobre la condición humana.

Eugenio Marrón

sábado, 27 de octubre de 2012

La tentación de reinterpretar al autor de una novela

Muchas veces, cuando leemos una novela tendemos inconscientemente a reinterpretar la voluntad del autor al escribirla, y nos cuesta un esfuerzo admitir que quien la escribió sólo quería decir lo que dejó escrito.

Es muy posible que estaactitud la hayamos adoptado desde pequeños, cuando nos decían que al leer La Biblia Dios quería decirnos cosas distintas de las palabras que leíamos, como en el caso de la manzana de Eva, que era un símbolo del pecado de todos los hombres, o la paternidad de José, que no había que entender que fuese el padre de Cristo aunque a todos nos lo pareciera.

 

      La lectura de Ensayo sobre la ceguera nos impacta desde la primera página, cuando el primer afectado pierde la vista de súbito ante un semáforo rojo que cambia de color mientras sus ojos se quedan ciegos insólitamente.

  A partir de este hecho crucial el lector se siente inmerso en una vorágine imparable en la que al género humano se le va retirando la facultad de percibir su entorno mas allá del oído, del tacto, del gusto y del olfato. De inmediato nos surge por dentro la idea de que tal vez José Saramago encripta un mensaje detrás de la alegoría, valiéndose de un fenómeno desconcertante para transmitirnos un principio filosófico que debemos desvelar por nosotros mismos. ?Es un evangelio profano? ?Es una historia de la humanidad contada por alguien con la valentía para hacerlo sin condicionantes? ¿Es una fantasía íntima ante la probabilidad de una pérdida irreparable frustrante?

 

      Dios creó el des mundo y proveyó a sus criaturas de todo lo necesario. Las huestes del mal sembraron la violencia insensata y soberbia. Los espíritus custodios también eran sensibles a la influencia nefasta. El descenso a los infiernos es fin y principio de todo, y no se nos ha dado nada peor que caer al fondo y que no exista la esperanza. En un gallinero de coles, gallinas y conejos permanecía la última semilla de la caja de Pandora.

      El contrapunto durante toda la obra es la mujer del médico transformada en la excepcionalidad que esquiva la norma. Conductora, auxiliadora, protectora, proveedora, salvadora, redentora.

  Es posible que Saramago se sirviera de este personaje para hacer viable el currículum de la trama, de otro modo insostenible. Podría ser que a través de ella nos comparta el autor su ideario de justicia social. No descartaremos tampoco que sea un foco de distracción de los verdaderos protagonistas, como pueden ser la chica de las gafas y el viejo de la benda, que permanecen siempre en un segundo plano visible y alcanzan su máximo esplendor en las últimas páginas.

      Inútil nuestro esfuerzo intentando consciente o inconscientemente reinterpretar la voluntad del autor al escribirla. Debemos de admitir que quien la escribió quería decir, solamente, nada menos que lo que dejó escrito. Que no es poco.

 
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jueves, 18 de octubre de 2012

elegir la persona gramatical para una novela

una novela puede escribirse en cualquiera de todas las personas gramaticales existentes, del singular y del plural, del masculino y del femenino, y cada una de ellas puede ser la más acertada dependiendo del enfoque que queramos dar a la narración.

La mayor parte de las obras están escritas en tercera persona, pero son muchas también las redactadas en primera, dando la impresión de que el que escribe coincide con el protagonista de los hechos que se relatan. Comentaremos, pues, de forma especial las características principales de estas dos últimas, por ser las preferidas por los escritores a lo largo de la historia.

Lo más importante es determinar el ámbito psicológico que queremos reflejar en el argumento. Si vamos a destacar hechos objetivos y consideraciones de carácter general, el empleo de la tercera persona del singular puede ser una elección acertada. Por el contrario, si nuestra intención es reproducir aptitudes subjetivas pertenecientes al mundo de los sentimientos o las vivencias interiores, lo más adecuado podría ser el empleo de la primera persona también del singular.

Cada una de ellas se subdivide en otras dos, dependiendo del posicionamiento del que escribe respecto a lo que cuenta.

En la tercera persona podemos adoptar una aptitud semejante a la que representaría un dios creador que conoce a sus criaturas de forma absoluta y sabe todas sus reacciones de pasado, presente y futuro y las causas que las ocasionan. También podemos situarnos en la posición de quien observa el desarrollo de la trama desde un punto de observación externo, y sólo describe lo que puede percibirse con las facultades humanas, haciendo resaltar la descripción de los escenarios y las sensaciones asociadas al mundo de los sentidos, pero excluyendo todo lo que se refiere al pensamiento o los sentimientos de los personajes. El resultado podría recordar a la narración de lo que captaría una cámara de cine. Conviene evitar la descripción de sensaciones y pensamientos sustituyéndolos por gestos, diálogos y movimientos que cumplan esa función, lo que imprimirá mayor fluidez y veracidad a la historia.

La primera persona es el procedimiento de destacar la subjetividad del narrador. Lo que se cuenta se hace según lo vive el protagonista, pudiendo estar o no acertado en sus apreciaciones o distorsionar la realidad de manera evidente. En este tipo de narración alcanza su mayor expresión la interiorización de los pensamientos, el monólogo interior y el manejo de los sentimientos humanos. Puede emplearse la forma de autobiografía, en el que el protagonista habla de algo que le ocurrió a él mismo, como si contase su propia vida o una parte de ella. También puede aparecer como testigo directo de lo vivido por otros en el que el narrador suele ser un personaje secundario o desplegar alguna técnica narrativa, como descubridor de supuestos manuscritos, investigador de un acontecimiento poco conocido o cualquier otra estrategia semejante. El uso de la primera persona permite desarrollar más los aspectos psicológicos de los personajes y consigue una mayor identificación del lector con el protagonista del argumento.


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lunes, 15 de octubre de 2012

El sabor de releer un libro es un reencuentro

Leer un libro por segunda vez con una diferencia entre una y otra de muchos
años es como regresar a una ciudad que recordamos con afecto desde la última
vez que la visitamos en tiempos de novios y regresamos a ella cuando
nuestros hijos empiezan a abandonar el hogar y nosotros viajamos a los
lugares donde fuimos felices con la esperanza de revivir reverdecidos los
mismos recuerdos de entonces. Vano empeño.
El calendario me dice que es otoño, mediados del mes de octubre, y la
ventana abierta de par en par para que se renueve el aire claustrofóbico de
dentro me trae el rumor sordo del agua que choca contra las baldosas de la
terraza, contra el borde ajado de las macetas de plástico casi sin plantas.
Cae la lluvia monótona. paso las hojas del libro que estoy leyendo, y
tengo la sensación de que una humorada traviesa de José Saramago ha ido
cambiando las cosas del sitio donde estaban y poniéndolas en otra página. No
recordaba el personaje que se acostaba con la chica de las gafas oscuras.
También había olvidado el aparato de radio que les trae durante un tiempo
noticias de fuera. ¿Existía un contable ciego que supiera braille en el
grupo de los malvados? Tampoco recordaba el perro de las lágrimas, tratado
con tanto mimo como hacía el escritor con los suyos propios. Por
un momento me pongo a pensar si los pasajes que no retengo en la memoria
serán puntos débiles de la novela, o si el autor hubiera podido prescindir
de ellos sin menoscabo del argumento. Sonrío, porque me doy cuenta de que he
caído en la trampa que mi mujer dice que caigo Cada vez que vamos por
segunda vez a una ciudad y comento que entonces era más pequeño el barrio de
las callejuelas estrechas, que no había tantas fachadas con balcones de
madera y verjas recargadas de herrajes decimonónicos. -Esta casita
de dos alturas yo creo que no estaba al lado de este gran edificio funcional
de oficinas. -Lo que no estaba era el edificio, listo. Te está
pasando como con los libros, que les pones cosas reales y piensas que son de
verdad los episodios que sólo has vivido con la imaginación, leyéndolos.
Entra una ráfaga de aire frío por la ventana y me arrebujo en la ropa como
refugiándome del otoño. La vieja solitaria custodia las llaves de la casa de
la chica después de muerta. Llueve también en la novela. El primer ciego
tiene los ojos cerrados y deja de percibir la ceguera blanca para verlo todo
por un instante negro.
Empiezo a leer las últimas páginas. Tiene razón mi mujer, que los
libros son cofres inmutables y que somos nosotros los que nos asomamos a
ellos cada vez de un modo nuevo cuando volvemos a leerlos. Es lo que me está
pasando ahora con Ensayo sobre la ceguera, de Saramago.


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jueves, 11 de octubre de 2012

Cómo elegir la idea principal para una novela

Hay muchas maneras de apresar la idea principal que pueda servirnos como punto de partida para empezar la empresa de escribir una novela. Son raros los escritores que no se han encontrado alguna vez delante de una hoja de papel en blanco y han tenido la impresión de sentirse bloqueados, sin nada concreto que decir o, tal vez peor aún, sin ser capaces de reflejar en palabras la idea vaga que les rondaba la cabeza.

¿Cómo solucionarlo? Puede hacerse de maneras muy diferentes. Hay quien propone ponerse a escribir de forma automática, sin prestar ninguna atención al sentido de lo escrito. Otros sugieren abandonar lo que se esté haciendo y salir a la calle en busca de argumentos.. Existen escritores muy famosos que acostumbran a llevar siempre en un bolsillo una libreta para apuntar las ideas fugaces que les van saliendo y después, cuando les hace falta, utilizan las anotaciones que habían hecho.

Personalmente el procedimiento que prefiero es el de la disciplina diaria consistente en escribir todos los días a la misma hora y durante un tiempo más bien corto, como puede ser una hora o dos, siempre después de la comida, antes de acostarse, o tal vez por la mañana temprano. Un novelista al que le dieron el Premio Nobel hace ya algunos años decía que cuando la inspiración viene a vernos nos tiene que encontrar trabajando y, de un modo parecido, podríamos decir que la inspiración termina aprendiendo el momento en que estamos trabajando para venir a vernos.

Un sistema que da resultados sorprendentes es la asociación de ideas dispares que se confrontan y ponen en funcionamiento ideas nuevas, que a la vez se confrontan con otras, y así sucesivamente hasta concretar una que la reconocemos como mejor que las otras y empezamos a trabajar sobre ella.

El mecanismo puede ser tomar dos palabras al azar de páginas diferentes de un libro, o elegir dos palabras continuas o discontinuas de un diccionario.

También podemos escribir en una cuartilla una lista larga de palabras arbitrarias que podemos reducir por parejas sucesivas hasta quedarnos con las dos o tres últimas. por ejemplo, hacemos una lista de 16 palabras agrupadas de dos en dos; cada par de palabras lo sustituimos por una nueva relacionada mínimamente con las anteriores; de este modo conseguiremos ocho nuevas palabras también emparejadas, que reduciremos a cuatro, y estas cuatro últimas, formadas en dos pares, dan lugar a las dos últimas palabras, que serán el núcleo generador de la idea principal que hemos alcanzado.

Este método de captación de una idea puede complementarse con el que podríamos llamar de expansión, consistente, por así decirlo, en el camino inverso. Me explico: en el centro de una hoja en blanco escribimos la idea o palabra que queremos desarrollar, y a su alrededor anotamos cuatro palabras como si fuesen los puntos cardinales; de cada una de ellas deberán surgir dos, y de éstas, otras tantas. Por fin, las ideas que surjan del conjunto de las palabras que estén más alejadas del núcleo serán las que debamos desarrollar en nuestra novela.

Cualquiera de estos procedimientos puede sernos útil para escoger el tema de nuestro trabajo literario.


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martes, 2 de octubre de 2012

En octubre leeremos Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago

José Saramago es el escritor más español de todos los que nacieron en el
extranjero y decidieron fijar su residencia definitiva en España.
Yo conocí en primer lugar su obra, después su idea sobre la condición humana
y, por fin, también a través de sus libros, descubrí que había nacido en un
pueblo muy pequeño en las inmediaciones del Tajo, cerca de su desembocadura,
en tierras de nuestra vecina Portugal, no en España. Claro está, como pronto
supe, que en su arquitectura política mental, la península Ibérica
constituye un sólo país, y no dos, como el discurrir de la Historia ha dado
en escindir equivocadamente.
El libro que le concedió popularidad social fue Ensayo sobre la ceguera.
Antes había publicado otros muchos con los que fue adquiriendo prestigio
como defensor de los más desfavorecidos de la sociedad, y también de crítica
hacia el testamento religioso cristiano y la estorsión del sentido religioso
de Ocidente desarrollada a lo largo de los siglos por la Iglesia católica.
Algunos de los títulos anteriores son: Alzado del suelo, Memorial del
convento, el evangelio según Jesucristo, El año de la muerte de Ricardo Reis
y La balsa de piedra.


La publicación de Ensayo sobre la ceguera, además de otorgarle la
consagración literaria como uno de los escritores portugueses más conocidos,
representa el inicio de una nueva forma de transmitir su doctrina social,
menos densa para hacerla más comprensible, y a la vez también menos
definida, dejándola abierta a interpretaciones diversas, como si el escritor
hubiera querido abrirse a todos los hombres, departiendo con ellos en
amigable compañía, con independencia de que desde la altura de miras de su
condescendencia y su tolerancia, él sí tuviera bien claro lo que quería
decir en su obra para que quien tuviera oídos para oír oyera. Algunos de sus
libros posteriores son: Todos los nombres, La caverna, El hombre duplicado,
Ensayo sobre la lucidez, Las intermitencias de la muerte, El viaje del
elefante, y, por fin, Caín.
Este mes de octubre en nuestro taller de lectura vamos a
leer Ensayo sobre la ceguera. Nos gustaría recibir tus comentarios y tus
interpretaciones sobre el símbolo que el autor utiliza para representar la
incapacidad humana para enfrentarse a la realidad circundante y las
dificultades para mantener las propias convicciones por encima de los
intereses fácticos que nos acosan.



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