martes, 25 de abril de 2017

la expedición del conde de La Pérouse

Grado de Antropología Social y Cultural.

Historia Moderna.

Trabajo relacionado con el Mapamundi de       (tarea 3).

Autor: Eutiquio Cabrerizo Cabrerizo.

 

 

 En la Edad Moderna la humanidad sufre un cambio sin precedentes en la percepción antropológica de su lugar en el universo, abandonando la concepción toloméica de la tierra para ser interiorizada en su tridimensionalidad como un globo moviéndose en una elíptica alrededor del sol que pasa a representar el centro del sistema planetario. El punto de inflexión es el desembarco de Europa en América, entrando en contacto con nuevas tierras y nuevos seres humanos, lo que despierta el interés por aprehender la finitud de los ámbitos espaciales descubiertos y estudiar las costumbres y el funcionamiento de las sociedades desconocidas hasta entonces.

  Pasadas las etapas de colonización de los nuevos territorios y de reordenación de las  consiguientes relaciones internacionales, el siglo XVIII, al margen de aquellas empresas dirigidas al descubrimiento de los últimos enclaves no alcanzados en las dos centurias anteriores, significa el impulso notable del desarrollo de iniciativas científicas encaminadas al perfeccionamiento de los datos geográficos, astronómicos y sociológicos que permiten completar la cohesión de los nuevos elementos cognitivos reajustándolos en el bagaje cultural heredado de la cultura grecolatina y la influencia religiosa.

Una de las investigaciones destacadas responde al interés sobre la forma exacta del planeta, que fue abordada por Francia en 1736 financiando una expedición científica comandada por Moreau de Maupertuis y Alexis Clairaut a Laponia y Perú con el fin de realizar la medición de la longitud de un arco de meridiano para comprobar si era achatada como habían afirmado Newton y Huyghens. Unos años antes, en 1725 Rusia encomendó a Vitus Bering que explorase la zona ártica con el objetivo de descubrir la conexión entre Asia y América, lo que propició el descubrimiento del estrecho que lleva su nombre. Fueron muchas las expediciones dirigidas a la exploración de las áreas planetarias menos conocidas que conseguían el descubrimiento de nuevos archipiélagos, como los viajes de los franceses Louis Antoime de Bougainville, y Nicolas Tomas Marion a partir de 1767, cuyos resultados se daban a conocer en sendas publicaciones que contribuían a la creación de mitos sobre la bondad natural del ser humano y el "buen salvaje", conceptos que se incorporan a las ciencias sociales y continúan influyendo en la Antropología prácticamente hasta nuestros días.

En 1768 Inglaterra encomendó a James Cook la misión de organizar una expedición científica para investigar el paso de Venus sobre el disco solar, dotando a la embarcación del primer laboratorio oceanográfico moderno de la historia. Cook realizó tres viajes de exploración del Pacífico austral ampliando el proyecto inicial, lo que le permitió alcanzar importantes avances científicos respecto a diversos archipiélagos, las dos primeras exploraciones al Antártico y la elaboración de valiosas colecciones de muestras de flora y fauna recogidas en sus expediciones.

Respecto a proyectos españoles pueden citarse los estudios de Félix de Azara, naturalista y geógrafo, que durante veinte años, 1781-1800, se interesó por los animales que podían observarse en Paraguay y el río de La Plata, y diversas expediciones de investigación sobre la flora en Sudamérica, Méjico y Cuba, entre las que destacan los estudios sobre las propiedades de la quina. Sobresale la expedición encargada a Alejandro Malaspina durante el reinado de Carlos IV, que se hizo acompañar de cartógrafos, naturalistas, pintores y dibujantes, y en su circunnavegación recorrió América del Sur, América del Norte desde Acapulco hasta Alaska, y llegó a internarse en Polinesia. Lamentablemente razones coyunturales de índole política impidieron la difusión de sus trabajos.

El enorme prestigio obtenido por las diferentes expediciones científicas promovió que los gobernantes europeos patrocinasen nuevas exploraciones, como la encargada por Luis XVI al conde de La Pérouse, 1741-1788?, que en 1785 inició la travesía con el propósito de explorar el Pacífico de norte a sur, organizando una gran expedición formada por dos buques, Astrolabe y Boussole, dotados de los instrumentos más modernos y con un buen cargamento de artículos que utilizaría para ganarse la confianza mediante el obsequio y el intercambio con los miembros de las sociedades primitivas que pudieran encontrarse.

Jean François de Galaup, conde de La Pérouse, enfocó su empresa tomando como referencia los lugares no visitados por James Cook, por lo que planteó su itinerario pasando por el cabo de Hornos, las islas de Pascua y Hawai, las costas de Corea, el mar de Japón y la isla rusa de Sajalín, antes de dirigirse a Samoa, las islas Fidji y alcanzar Australia en las proximidades de Sidney, desde donde envió su último informe a Francia. Después se dirigió hacia Nueva Caledonia y las islas Salomón, y la expedición desapareció a consecuencia de algún percance de mar, como pudo deducirse en investigaciones posteriores.

La expedición de La Pérouse se proyectó como una iniciativa ambiciosa de repercusión internacional, cuyos objetivos abarcaban estudios geográficos, científicos y etnológicos, además de interesarse por posibles relaciones comerciales y el establecimiento de bases francesas en los territorios descubiertos. La empresa se dotó de los mayores recursos materiales, científicos y humanos, empezando por la reconversión de dos grandes navíos mercantes para la exploración científica, incluso sustituyendo sus nombres originales por los de La Boussole (La Brújula) y L'Astrolabe (El Astrolabio), cargados de connotaciones directamente relacionadas con su nueva misión, que se les equipó con los mapas más recientes, una biblioteca con más de mil libros escogidos y el instrumental más moderno, entre el que sobresalía la brújula de inclinación de James Cook, prestada especialmente para la ocasión.

El lamentable hecho de su desaparición no impidió el total cumplimiento de sus objetivos, puesto que gracias al envío de informes aprovechando estancias en puertos propicios o contacto con navíos europeos, se dispone de una valiosísima información sobre los resultados conseguidos en las escalas realizadas. Así, contamos con un mapamundi elaborado durante la travesía, en el que entre otras representaciones ilustrativas podemos observar en sendos bordes laterales, a un lado el grupo de científicos, cada uno investido de su instrumental específico, y en el contrario una representación de las distintas razas, caracterizándolos con los elementos atribuidos a cada una de ellas.

Por otra parte, podemos considerar objetivos relacionados con la expedición de La Pérouse los objetivos cubiertos durante las salidas que se emprendieron en busca de la expedición malograda. El primer viaje lo realizó Antoine Brugni, caballero d'entrecasteaux en 1791 sin lograrlo. Bastantes años más tarde, de 1822 a 1834, emprendió un nuevo viaje con la misma finalidad Dumont D'urville, localizando los restos del naufragio sufrido por La Pérouse en Nanikoro (Nuevas Hébridas), que se difundiría en una publicación de cuatro volúmenes intitulada Voyage et découverte autour du monde á la recherche de La Pérouse.

Finalmente, en mayo del año 2005 se identificaron fehacientemente las muestras halladas, certificándose su pertenencia a La Boussole y L'Astrolabe, y la tradición de las islas transmitida de modo oral conserva la memoria del naufragio.

Las noticias sobre el éxito de las expediciones científicas asombraron a la opinión pública, llegando a crearse un nuevo género literario de gran popularidad entre la clase media, y de un modo especial en la alta sociedad europea. Destaca con voz propia la novela Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne, quien en su capítulo 19 condujo el Nautilus hasta los arrecifes que guardan los restos de los dos navíos, y el profesor Aronnax, invitado del capitán Nemo, relata la historia de lo sucedido.

 

 

Conclusiones:

 

 

            La plenitud planetaria abarcada durante la Edad Moderna obliga al hombre a replantearse los fundamentos en que se había basado la conciencia de la naturaleza humana, promoviendo inquietudes existenciales y relacionales que no en todos los casos eran concordantes con el espectro ideológico asumido hasta entonces como incuestionable.

            La entrada en contacto con sociedades primitivas con formas de vida impactantes en la cultura europea, como comunidades igualitarias, cazadoras y recolectoras, en las que el trueque y el intercambio formaba parte de los mecanismos mercantiles y de cohesión social, incidirá directamente en una nueva perspectiva de la realidad del individuo en la que el relativismo cultural y la consideración de la multiplicidad racial, religiosa y relacional pasará a constituir elementos esenciales en la naturaleza del ser humano.

            Así, la obra literaria de Luis del Mármol, la pictórica de Albert Eckhout y la científica de La Pérouse responden a la necesidad de descubrir nuevas realidades, dar testimonio gráfico de su existencia y describir de modo pormenorizado los aspectos diferenciadores de otros pueblos.

            El nuevo dimensionamiento espacial, además de producir la expansión territorial de las naciones, supone una remodelación psicológica trascendental del hombre, distanciándose del antropocentrismo clásico y dando lugar a los orígenes de lo que a lo largo del siglo XIX significaría el nacimiento de la ciencia de la Antropología.

 

 

Bibliografía:

 

  Martínez Shaw, C. y Alfonso Mola, M., Europa y los nuevos mundos en los siglos XV a XVIII, ed. Síntesis, Madrid, 2008, 8477386757.

  Molas, P. y otros, Manual de Historia Moderna, ed. Ariel, Barcelona, 1993, ISBN 8434465728.

  Verne, J., Veinte mil leguas de viaje submarino, ed. Ramón Sopena, Barcelona, 1959.

www.geocities.com/Augusta/5130/laperouse.htm (29/04/2015).

 

 

 

viernes, 21 de abril de 2017

El último tejero de Valdecejos

 

Prueba de evaluación continua 1

  Título del ejercicio: Campo de acción cultural que despliega Evaristo, el último tejero de Valdecejos.

 

 

 

1.1. Forma de vida.

(Enfoque Emic).  

 

 

Mis padres fueron la quinta generación de tejeros de Valdecejos, un pueblo de poco más de cincuenta habitantes en la cabecera del río que le da nombre, y yo hubiese querido continuar con el oficio pero  las fábricas hundieron el mercado con sus precios y no me quedó más remedio que salir a ganarme la vida fuera.

                Me casé muy joven con la hija mayor del sacristán del pueblo, que se quedó preñada antes de que nos echasen las amonestaciones y hubo muchas habladurías entre los vecinos. Mi  suegro nos dio dinero para alquilar una alfarería en la capital de la comarca y que pudiéramos dedicarnos a la venta ambulante de artículos domésticos de barro, pero casi todos los pueblos empezaban a tener agua corriente en sus casas y nadie compraba botijos y cántaros para acarrearla desde las fuentes públicas.

                  Un día oí hablar de un grupo de artesanos que habían formado una Asociación para optimizar la rentabilidad de sus productos, y desde entonces participamos en los mercadillos temáticos que se organizan en muchos pueblos y muchas ciudades con ocasión de sus fiestas patronales.

                  Todos los stands se ajustan a las mismas reglas: medidas aproximadas, imagen corporativa de la Asociación, horarios y vestuario uniforme según convenga en cada fiesta. Mi hija atiende al público, mi mujer ordena las piezas en los expositores, y yo enseño a todos los interesados la técnica ancestral de convertir una pella de barro en un objeto de uso o un artículo de adorno. A los visitantes que hacen alguna compra les regalamos jarritas semejantes a los jarros que se usaban antes para sacar vino de las bodegas, y especialmente réplicas de tejas imitando las que habían hecho durante siglos mis antepasados. Muchos, sobre todo los niños, vuelven poco más tarde con pequeños regalos hechos por ellos mismos, como un dibujo de carboncillo, una figura de origami o una pulsera de hilos de seda.

1.2. Acciones de vida de Evaristo, gestor de un stand de cerámica.

(Enfoque Etic).

 

  Evaristo es el agente de un stand de cerámica que participa como  miembro de una asociación de artesanos que ofrecen sus productos en mercadillos populares, pero le hubiera gustado seguir haciendo y vendiendo tejas como sus antepasados. Se casó con su mujer estando embarazada, y en el fondo se siente culpable de haber transgredido las pautas culturales del parentesco, y cree que el padre de ella nunca le perdonó lo que consideraba un escándalo agravado por ser el sacristán de la iglesia, y que fue la verdadera causa de que les indujese a marcharse del pueblo poco después de casarse.

  Evaristo tiene facultades para la venta, y coordina con esmero el conjunto de acciones más eficaces para obtener los mejores resultados. Su hija ejercita todas sus habilidades en relaciones sociales atendiendo a los clientes, su mujer cuida la mejor posición de cada artículo para resaltar sus virtudes, y él comparte su saber heredado con quienes quieren conocerlo.

  Alguna de las razones de su éxito son la importancia que le da a las relaciones sociales y su generosidad, obsequiando con un regalo significativo a todos los que se acercan al stand, que en ocasiones les corresponden con otro en un fenómeno de reciprocidad que reproduce el fenómeno estudiado por Marcel Mauss en su obra sobre el don.