jueves, 26 de agosto de 2021

LAMENTACIONES DE JEREMÍAS

 

LO peor no es ser viejos. Lo peor, es, acaso

sospechar que es mentira

todo lo que creímos que nos daba sentido

cuando es tan tarde ya.

 

Muy cuidadosamente me educaron

para que yo creyera en la bondad

la honradez, el esfuerzo. Consistía el secreto

en vencer a la bestia que somos en el fondo

y, a cambio, ya de noche,

poder dormir el sueño de los justos.

O, si no,

poder rezar a solas y llorar en silencio.

Cómo voy a ignorarlo: a solas en lo oscuro

soy un hombre cansado de rezar.

Todas las noches lloro.

 

Pero ahora

no sé muy bien por qué, ni desde cuándo,

no alcanzo a distinguir

ni una huella de Dios en el libro del mundo.

En cambio sí que veo

la lógica profunda que rige la manada.

A veces son los fuertes los que ganan.

Pero, más a menudo,

son astutas alianzas de alimañas pequeñas.

Con el paso del tiempo cambian los territorios,

intercambian papeles víctimas y verdugos,

se refinan los usos, se comulga en especie,

pero siempre es igual.

Hambre y dientes. Es la jauría humana.

 

Entonces me pregunto:

qué haces tú, Jeremías, atado a tu conciencia?

Si todo aquello en lo que tú creías

- la moral, la justicia, el sacrificio ..., -

no es más que la otra cara

- amable, pero no sagrada - de la ley,

no es más que el complemento imaginario

que también necesita la manada

para sobrevivir,

por qué sufres, para qué has sufrido?

Quizá, como esas plantas

que parece que nada necesitan,

tu voluntad, que tan pura creíste

es el caldo soberbio en que tu hambre

se cuece y se devora, distinta pero igual:

la salsa espiritual de la jauría.

( Ana Sofía Pérez Bustamante)

 

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