miércoles, 11 de agosto de 2021

ANTONIO MACHADO, PROFESOR.

 

ANTONIO MACHADO, PROFESOR.

Por Marcos Esteban Cabrerizo.

 

 

A lo largo de los 64 años de la vida de Antonio  Machado, (Sevilla, 26-julio-1875-Collioure, 22-febrero-1939),  se distinguen en su trayectoria vital diferentes aspectos y etapas, sobre las que fijar con especial atención la observación y el análisis para tener una visión más completa  sobre el hombre y el poeta.

Sin lugar a duda, de todos los aspectos,  lo que más sobresale, se destaca y valora, con diferencia, es  su obra  literaria, especialmente la parte poética, encuadrada en la llamada generación del  98. Sin lugar a duda  su interés vital, vocación y reconocimiento universal  se orienta en este sentido, ahora bien, hay un aspecto de su actividad diaria continuada que quiero destacar y analizar:   su profesión y dedicación como profesor. Para él constituyó su medio de subsistencia, ya que la poesía  y su participación como poeta, conferenciante, articulista y animador cultural, generaba escasos recursos económicos.

Mucho se ha escrito de Antonio Machado como poeta y poco de su faceta humana de docente, su trayectoria de profesor resulta más desconocida. En los años de dictadura, en la escuela y en el ámbito académico, únicamente se hablaba con un carácter general de la generación del 98 y del 27 y como mucho se memorizaba en la escuela alguna poesía que no pudiera resultar sospechosa de contaminación ideológica.

  Antonio Machado reconocía que no tenía vocación de maestro, sin embargo, desarrolló su profesión con dignidad, entrega y dedicación.

Su ideal de lo que debía ser un profesor y la pedagogía general se encuentra en las reflexiones que pone en boca de su otro yo filosófico,  Juan de Mairena; es cierto que como vemos en las ideas de Juan de Mairena, que son las suyas, los temas de la enseñanza aparecen frecuentemente y siempre le interesaron. Para conocer el pensamiento de Machado sobre la educación y otros aspectos vitales y filosóficos, es imprescindible leer esta obra

Juan de Mairena, el yo filosófico de don Antonio Machado, nos es presentado por él como un profesor de Gimnasia que imparte clases vespertinas gratuitas y voluntarias de Retórica y Sofística

En su libro en prosa: “Juan de Mairena. Sentencias, donaires y recuerdos de un profeso apócrifo.”  Es donde se encuentran las reflexiones más maduras sobre la educación. Comenta el respeto que merece el maestro y las influencias mutuas que se establecen entre éste y el alumno. : “Cómo puede un maestro, o, si queréis, un pedagogo, enseñar, educar, conducir al niño sin hacerse algo niño a su vez y sin acabar profesando un saber algo infantilizado?.  Porque es el niño quien, en parte hace al maestro (…) El niño nos revela que casi todo lo que él no puede comprender apenas si merece ser enseñado, y, sobre todo, no acertamos a enseñarlo es porque nosotros no lo sabemos bien todavía.”

Don Antonio Machado defiende con su obra los principios institucionistas fundamentales: laicismo frente a clericalismo, libertad de cátedra y libre discusión frente al dogmatismo político y religioso, tolerancia religiosa frente a la intolerancia eclesiástica y una educación activa e integral frente a la enseñanza exclusivamente memorística.

Pretendía enseñar a pensar a sus discípulos y desarrollar su sentido crítico y reflexivo. No le gustaba la memorización, por ello, en el poema “Recuerdo infantil”, se queja veladamente de la monotonía de las clases en las que los niños, a coro, iban cantando la lección; para él, la memoria sin reflexión no servía de nada. Se hace una crítica al modelo tradicional de enseñanza, con sus inútiles rutinas de la recitación y la memorización, protagonizadas por un maestro de aspecto nada agraciado, que generan hastío y aburrimiento en el alumnado.

 

La pedagogía de Machado bebió en las fuentes de la Institución de Libre Enseñanza que marcó la enseñanza en España en el período anterior a la Guerra Civil, de la que fue alumno, escuela que le marcó y de cuyos extraordinarios profesores con una gran calidad humana y profesional.

Las opiniones que se expresan en el escrito por diversos alumnos hay que tomarlas como lo que son, comentarios de unos muy pocos alumnos que pueden darnos una pincelada del estilo, desarrollo de sus clases y pensamiento del profesor Antonio Machado.

 Uno de sus alumnos, Rafael Laínez, alumno suyo que en 1919, escribió un artículo en el que lo rememoraba: rostro pulcramente rasurado, gesto melancólico, mirada tristona, caminaba apoyado en su recio bastón. Lo califica como hombre modesto. Nos relata que había ternura en sus clases y que no se armaba el jaleo que había en otras. Como profesor no provocaba miedo, era humano y no seguía los parámetros de otros maestros. Aborrecía los exámenes.

A lo largo de su vida profesional  ejerció como catedrático de francés por los Institutos de Soria, Baeza, Segovia y Madrid.

BREVE HISTORIA DE LOS ANTECEDENTES COMO PROFESOR

Cuando tenía 8 años la familia se traslada a Madrid, donde recibe educación y enseñanza  con los nuevos métodos pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza.

Con 14 años pasa al Instituto Cardenal Cisneros en el curso 1889-1890.

Su padre, Antonio Machado Álvarez,  fallece en  1893  a los 47 años y su abuelo Antonio Machado Núñez, en 1896- lo que coloca a la familia en una situación económica difícil, ya que nadie de los hermanos trabajaba en algo que les proporcionara un sueldo seguro y constante, viviendo  malamente de las pequeñas rentas de la abuela.

Los hermanos Machado, se entregan a la vida bohemia , ociosos y deslumbrados por la vida madrileña de finales del XIX,  todo les interesa, cafés de artistas, tertulias literarias, teatro, toros, etc.

En 1899 viaja a París, donde ya estaba su hermano Manuel, trabajando en la Editorial Garnier, regresando a Madrid en octubre de ese mismo año. En 1902 vuelve a París, regresando enseguida  a Madrid con su hermano Joaquín “El viajero”, enfermo, solitario y pobre”.  A finales de ese año, 1902,  entregó a la imprenta “Soledades”. Entre 1903 y 1908, colaboró en diversas revistas literarias.

Todo esto le aportó importantes vivencias personales, pero escasos recursos económicos.

En 1906, aconsejado por Giner de los Ríos, preparó oposiciones  a profesor de francés para Institutos de Segunda Enseñanza, aprobándolas y teniendo su primer destino en Soria.

Comenzó a trabajar cono docente, contando ya 32 años. Este trabajo estable le garantizaba una estabilidad económica que hasta entonces no había tenido. Estafue su actividad profesional  hasta el comienzo de la Guerra Civil. En 1917, su sueldo como profesor era de 5500 pesetas anuales.

Es este aspecto profesional, para un mayor conocimiento de Antonio Machado, el que quiero presentar.

Para su desarrollo utilizaré el estudio completísimo, detallado  y exhaustivo del  profesor José  María Martínez Laseca, escritor (investigador, ensayista, articulista y poeta), natural de Almajano (Soria), 1955.

Quiero agradecer  a este profesor la labor minuciosa, detallada y metódica  de investigación y estudio de la vida y obra de Antonio Machado, que tanto ha aportado para su conocimiento.

Al ser tan minucioso, prolijo en datos  y extenso, me permitiré en algunas partes del estudio abreviarlo y resumirlo sin alterar el contenido del artículo.

 

EL LARGO CAMINO DE LAS OPOSICIONES.

Animado por Giner de los Ríos y Unamuno, Antonio Machado,  opositó a la cátedra de francés de Segunda Enseñanza, para lo que no se requería licenciatura, ya que manejaba el idioma aprendido en sus estancias en París, durante 1899 y 1902. A estas oposiciones  concurrieron 126 aspirantes para cubrir las 7 vacantes, pero al llamamiento de 8 de marzo de 1906 sólo se presentaron 40.

 Por fin, el día 5 de abril, se convocó a los 7 opositores aprobados para la elección de cátedras; Antonio Machado, con el número 5, pudo elegir entre las de Soria, Baeza y Mahón que eran los que quedaban, eligiendo la plaza del Instituto de Soria.

La Gaceta de Madrid de 20 de abril de 1907, publicaba la Real Orden, con fecha de 16, de su nombramiento y el bisemanario local “Tierra Soriana” del día 25 lo recogía: “Ha sido nombrado por oposición Catedrático numerario de la clase de francés, Don Antonio Machado Ruiz”.

Hubo que esperar al 1 de mayo para que se trasladara a la ciudad castellana. En el Instituto General y Técnico tomó posesión de su cargo, si bien pospuso su incorporación a los exámenes extraordinarios de septiembre.  Así pues, el 1º de octubre, con la apertura del año académico 1907-1908, Antonio Machado se incorporaba de lleno a las tareas docentes, impartiendo los dos cursos de lengua francesa e interviniendo en los tribunales examinadores de ingreso y de libres, tanto de bachillerato como del magisterio. En este primer curso va a contar Machado con un total de siete alumnos oficiales, de los que una tan sólo es mujer. Ocho serán los asistentes a las clases de segundo curso figurando, asimismo, entre ellos, únicamente una alumna.

La seguridad que le daba tener un trabajo fijo -ya que la poesía no daba ni para la necesaria comida- le llevó a reafirmar su posición de crecida autoestima que se refleja en estos versos de su conocido “Retrato” (XCVII): “Y al cabo, nada os debo; me debéis cuanto he escrito. A mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho donde yago”.

No pareció resultarle muy grata esta inicial etapa de su estancia al profesor-poeta en la nueva ciudad. Ello, pese a habérsele notificado en el claustro de 28 de marzo de 1908 el nombramiento de Vicedirector, del que toma posesión el 14 de abril. Así se deduce de la carta remitida a Rubén Darío a inicios del mes de octubre de 1908, cuando le confiesa: Yo estoy en Soria, vieja ciudad de Castilla, donde me trajeron mis pecados, desempeñando la cátedra de Francés; pero quiero hacer una nueva oposición a la cátedra de Madrid, que permutaré, Dios mediante, con la de Sevilla.

El deseo de su traslado a una plaza en Madrid le acompañó toda su vida y en su defecto a un lugar lo más próximo posible, que de alguna manera pudo conseguir con su traslado a Segovia.

Pero su instancia -Madrid, 2 de septiembre de1908- para opositar a la cátedra del Instituto de San Isidro de Madrid no sale adelante, lo que resultaría decisivo para su noviazgo con la joven Leonor Izquierdo Cuevas -la hija de sus nuevos pupileros de la calle Estudios, 7-;  y que culminaría con su boda el día 30 de julio de 1909, en la Iglesia de Santa María La Mayor, sita en la Plaza Mayor. Choca que, en su estado de felicidad conyugal, Machado cursara nueva instancia -Soria, 24 de septiembre de 1910- para acceder ahora a la cátedra del Instituto de Barcelona. Su intentona volvió a resultarle fallida.

Mejor suerte tuvo en su deseo de regresar a París, porque la Junta para Ampliación de Estudios (JAE) le concedió una beca, el 18 de diciembre de 1910, para completar sus estudios de formación en Filología francesa.

 

 

UN MODO CARACTERÍSTICO DE ENSEÑAR. 

El propio Machado confesaba en su “Biografía” de 1913: No tengo vocación de maestro y mucho menos de Catedrático. Procuro, no obstante, cumplir con mi deber.

Estimulaba el alma de sus alumnos para que la ciencia fuese pensada, vivida por ellos mismos.  Se dirige a los alumnos  con motivo de la solemne apertura del curso escolar 1910/1911 en estos términos: “Preciso es que os aprestéis por el trabajo y la cultura a aportar (...) la obra de vida de vuestras manos” (...) “En vuestros combates no empleéis sino las armas de la ciencia, que son las más fuertes, las armas de la cultura que son las armas del amor”. “Respetad a las personas, (...), mas colocad por encima de las personas los valores espirituales”. “Que vuestros sesos os sirvan para el uso a que están destinados”. “Aprended a distinguir los valores falsos de los verdaderos y el mérito real de las personas bajo toda suerte de disfraces. Un hombre mal vestido, pobre y desdeñado puede ser un sabio, un héroe, un santo; el birrete de un catedrático puede ocultar el cráneo de un imbécil”. “Estimad a los hombres por lo que son, no por lo que parecen. Desconfiad de todo lo aparatoso y solemne, que suele estar vacío” ”. Para concluir: Amad el trabajo y conquistad por él la confianza en vosotros mismos, para que llegue un día, después de largos años, en que vuestros nombres también merezcan recordarse”.

Del mismo modo que su apócrifo Juan de Mairena, pretendía ante todo cambiar la mentalidad escolar, desarrollando el espíritu crítico de los alumnos y la indagación personal. El maestro para Antonio Machado debía ser a la vez maestro y discípulo, puesto que enseñar y aprender son dos nociones complementarias.

Bien sabía que el problema de España era sobre todo de educación y por eso trabajó con denuedo para regenerar su país. Como ya hemos dicho antes, a primeros de enero de 1911, Machado viajó a la capital francesa con su esposa Leonor. Una vez allí,  acudió a los cursos impartidos en el Colegio de Francia, decantándose más por las clases de filosofía. En la memoria de la Junta  para la Ampliación de Estudios (JAE) de los años 1910 y 1911, además de señalar lo anterior, recoge que: “Prepara un trabajo acerca del “Estado actual de los estudios filológicos en Francia”, del cual ha enviado los dos primeros capítulos: “La enseñanza del francés” y “El francés en la escuela de primera enseñanza”. Sin embargo, la enfermedad de tuberculosis de Leonor obligará al matrimonio a regresar, a toda prisa, a Soria, en busca del clima seco del altiplano, más saludable para los pulmones de la joven. Llegan a su casa el día 15 de septiembre de 1911. Todas las atenciones y todos los cuidados médicos prestados serán en vano, ya que Leonor fallece en la noche del 1 de agosto de 1912. Por lo que Antonio Machado, dolorido y con su espíritu desgarrado, huye de Soria, acompañado de su madre Ana Ruiz Hernández, en el tren del día 8 hacia Madrid.

TRASLADO DE ANTONIO MACHADO A BAEZA

La muerte de su joven esposa Leonor, fuerza al viudo Antonio Machado a pedir su traslado al Instituto de Baeza. Lo cursa desde Soria, el 8 de septiembre de 1912, manifestando su deseo de concursar a la vacante que se había producido en la Cátedra de Lengua Francesa, según recogía la Gaceta de 30 de agosto de 1912.

De entre todos los aspirantes en el concurso de traslado era el único que poseía la condición de Catedrático en dicha asignatura. Por lo que le fue adjudicada la plaza por R. O. de 15 de octubre de ese mismo año. De ahí que, satisfecho, llegara a exclamar en su “Poema de un día. Meditaciones rurales” (CXXVIII):  “Heme aquí ya, profesor de lenguas vivas (ayer maestro de gay-saber, aprendiz de ruiseñor), en un pueblo húmedo y frío, destartalado y sombrío, entre andaluz y manchego”.

En Baeza, la denominada Salamanca andaluza, el solitario Antonio Machado vivirá siete largos y tristes años de retiro espiritual, vinculado a la docencia de la lengua francesa en su Instituto. Los aprovechará, así mismo, para retomar su afición a la filosofía que ya le venía de tiempo atrás. Así vemos cómo en Carta a Federico de Onís, fechada el 22 de junio de 1932, le confesaba: Mis estudios de filosofía, en Madrid, han sido muy tardíos (1915-1917). Cursé como alumno libre la Sección de Filosofía, siendo ya profesor, en la Universidad Central. La necesidad de un título académico fue, en verdad, el pretexto para consagrar unos cuantos años a una afición de toda la vida. Desde Baeza, a partir de 1915, Antonio Machado acudió hasta 1917 a examinarse por libre en la Universidad Central de Madrid. Su esfuerzo obtendría justa recompensa durante el curso de 1918 a 1919, puesto que con fecha de 3 de diciembre de 1918 le fue expedido el correspondiente título con el grado de Licenciado en Filosofía y letras, sección de Filosofía. Contaba Antonio Machado entonces 43 años.

Sobre su manera de ejercer la docencia en sus clases de francés en el Instituto de la ciudad de Baeza contamos con el valioso testimonio de quien otrora fuera allí su alumno: Rafael  Laínez Alcalá. Nos lo cuenta así: “Comenzaba la clase de francés. Leíamos algún texto en prosa. Recuerdo uno de Víctor Hugo, que aquel día me tocó leer a mí. Nos corregía la pronunciación. Salía él a la pizarra para aclarar voces y especificar diptongos. Don Antonio leía correctamente el texto con lentitud; repetíamos alguno de nosotros. Había ternura en la clase, ninguno de nosotros armábamos el runrún o el jaleo que se armaba en otras, ni tampoco nos provocaba el miedo que nos producían otros profesores. Yo leía medianamente, pero traducía bien y me encargó que tradujera “El lago”, de Lamartine. Todavía conservo el papel con las correcciones mínimas que me hizo con su propia pluma... Luego aprendí de memoria trozos poéticos de famosos autores franceses, que me hacía repetir en clase. Recuerdo aún el “Mediodía” de Leconte de Lisle (Charles Marie Leconte). Paquita de Urquía, mi compañera de curso, fue la primera que puso en mis manos un libro de poemas del maestro. Y así fue naciendo una devoción poética por su obra...”.

Su deseo de salir de Baeza, le hacen realizar diversas tentativas de solicitar traslado a diferentes ciudades de las disponibles en cada momento.

Curiosamente, aun siendo Vicedirector del Instituto, desde el  18 de noviembre de 1915, otra vez, en 1919, quiere nuestro profesor cambiar de centro. En primer lugar concursa a la Cátedra de Francés del Instituto de Zaragoza, vacante por el fallecimiento de su titular. Su instancia es de 10 de marzo. En la propuesta final Antonio Machado Ruiz ocupará el décimo lugar. Llaman la atención las recomendaciones que se hacen por personajes importantes a favor de algunos de los aspirantes, mientras que Machado no cuenta con ningún apoyo.

El 12 de mayo de 1919 Antonio Machado presentó instancia para tomar parte en las oposiciones para proveer Cátedras, en este caso de Lengua y Literatura, vacantes en los Institutos de Orense, Mahón y Cádiz. Y otra más con la misma fecha a las Cátedras de Psicología, Lógica y Ética de los Institutos de León, Lérida, Orense, Palencia, Salamanca y Lugo, sin que ninguna de ellas surtiera efecto. Sí lo obtuvo su instancia firmada en Madrid a 7 de septiembre de 1919 para la Cátedra de Lengua Francesa del Instituto de Segovia. En esta ocasión contó con la recomendación de su hermano mayor Manuel. Bien es cierto que el dictamen del tribunal formado para el caso resuelve a su favor por ser “el más antiguo de los concursantes, reuniendo además las circunstancias de haber publicado obras y sido pensionado en el extranjero”.

SEGOVIA, DE NUEVO REGRESO A CASTILLA.

Desde diciembre de 1919 hasta el 10 de septiembre de 1932, durante trece años, permanecerá Antonio Machado en esta nueva ciudad castellana, en cuyo ambiente social y cultural es introducido por un viejo amigo de sus tiempos en Soria, José Tudela. Como catedrático, impartirá sus habituales clases de francés en el Instituto General y Técnico -del que será igualmente Vicedirector- y se trasladará los fines de semana a Madrid, a la calle General Arrando, 4; con su familia.

Ya residente en Segovia, el 8 de febrero de 1923, había vuelto Antonio Machado a presentar instancia con la pretensión de tomar parte en las oposiciones a la Cátedra de igual asignatura vacante en el Instituto del Cardenal Cisneros de la Villa y Corte. Pero todavía tendrá Machado que esperar-

Por R. O. de 3 de enero de 1920, se le acumulará también la Cátedra de Lengua y Literatura Castellana, lo que le supone un aumento de dos mil pesetas anuales en su sueldo. Este trabajo lo prolongará hasta el final del curso 1928- 1929.

Además, siendo sensible al lugar en que vive, Machado se implica desde el primer momento en el ensayo pedagógico de la Universidad Popular de Segovia que por entonces se estaba poniendo en marcha. Se perseguía una institución libre y abierta a todos los sectores obreros y humildes, totalmente gratuita. Sus clases eran nocturnas, de siete a nueve. Machado se encargó de las de francés, con actividades como lectura, traducción de periódicos y revistas, redacción de cartas comerciales y más tarde de “lecturas literarias”. Incluso se preocupa por conseguir una buena dotación de libros para su biblioteca.

En Segovia, la actividad intelectual de Antonio Machado fue intensa. Publicó su poemario “Nuevas canciones” (1924) y “De un cancionero apócrifo” (1926).

Con su hermano Manuel compartirá la experiencia teatral en obras como “La Lola se va a los puertos” (1929), cuyas representaciones lograrán el favor del público y el homenaje de la alta sociedad madrileña.

En el plano amoroso, ahora irrumpirá en su vida un grande y secreto amor: Guiomar, su diosa y musa, que después se descubrió que se trataba de una mujer de buena familia, casada y con tres hijos, llamada Pilar de Valderrama.

Del epistolario cruzado con ella se extraen algunas confesiones aludiendo a la engorrosa tarea de asistir a los tribunales de oposiciones en Madrid, como la siguiente: “Compadécete, diosa mía. Desde las nueve de la mañana hasta la una de la tarde; desde las cuatro y media hasta las nueve de la noche estoy oyendo discursos de opositores en lengua francesa. Me han quitado no sólo mi tiempo, sino el humor y hasta la salud [...] Te escribo en el mismo tribunal de oposiciones, mientras escucho a una señorita que habla un francés de la calle del Sombrerete. Y veo, de cuando en cuando, el jardín que me recuerda los días, ¡ay!, ya lejanos en que yo venía aquí para examinarme ante unos señores muy graves [...]”.

El martes 14 de abril de 1931 se proclama la Segunda República Española y Antonio Machado participa en la manifestación que lo celebra y que despliega la bandera tricolor en el balcón de su Ayuntamiento, en la plaza Mayor.

POR FIN, EL PROFESOR MACHADO OBTIENE MADRID

La llegada de la Segunda República Española propicia la creación, mediante Decreto de 6 de agosto, del presidente Niceto Alcalá-Zamora y del ministro Fernando de los Ríos, de nuevos Institutos en las ciudades de Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Zaragoza y Valladolid. Como consecuencia de ello se abre un concurso especial desde dicha fecha para proveer todas las cátedras interinamente. De este modo, Antonio Machado resultará nombrado, el 10 de septiembre de 1932, en condición de agregado y con el carácter de interino, Catedrático de Francés en el Instituto Calderón de la Barca de Madrid. Y al mismo tiempo veía cumplido su tan ansiado deseo de regresar a vivir en la casa familiar.

Uno de sus últimos alumnos durante el curso 1935/36 fue Medardo Fraile, quien se convertirá después en dramaturgo y narrador, lo recordaba así:  “Tuvimos profesores ilustres en el instituto, como Helena Gómez-Moreno y Julia o Carmen Burell, y un hombre excepcional, don Antonio Machado, que nos hizo comprar una atractiva gramática francesa elemental, de Rosario Fuentes, y, aparte de eso, pasaba las horas de clase entre desentendido y ausente. Fumaba y tosía mucho -los labios se le amorataban al toser-, y la ceniza del cigarro le caía sobre el chaleco curvado sobre el vientre.

Pasados cinco meses, le sustituyó un señor solemne y serio, don Tarsicio Seco y Marcos, que había obtenido el número uno en las oposiciones a cátedra de Francés.”

En el Instituto Calderón de la Barca permaneció Antonio Machado como catedrático de Francés hasta el 10 de marzo de 1936 en que pasó, ya en propiedad, a su último destino docente en el Instituto Nacional de Segunda Enseñanza “Cervantes”. Y fue estando aquí donde le sorprendió el alzamiento de los facciosos del 18 de julio contra el gobierno de la Segunda República legalmente constituido, provocando la intensa y trágica guerra civil.

Una vez constituido el Gobierno Provisional, anuncia la puesta en marcha de una idea acariciada por Bartolomé Cossío: la creación del Patronato de las Misiones Pedagógicas.

Las misiones pedagógicas (1931-1936) fueron un proyecto formativo, su objetivo consistía en llevar la cultura a los pueblos y aldeas más aislados y apartados de la geografía española. Una difusión de la cultura que utilizaba recursos como las bibliotecas ambulantes, audiciones musicales y proyecciones cinematográficas, representaciones teatrales, museo circulante, charlas y conferencias, coro y hasta guiñol. Dentro de los fines que las Misiones Pedagógicas se habían propuesto estaba el de crear bibliotecas en los propios pueblos. Y Antonio Machado y María Moliner quedaron encargados de seleccionar aquellos libros que habían de constituir el primer fondo de aquellas bibliotecas. En tal sentido, una orden gubernamental, de 19 de marzo de 1932, autorizaba a Machado a vivir en Madrid durante el resto del curso a petición del patronato de las Misiones Pedagógicas.

Todo ello se vio truncado con el inicio de la guerra y borrado de la memoria tras la finalización de la contienda a partir del 1 de abril de 1939.

 

UN TRISTE FINAL CON REPARACIÓN POSTERIOR

Durante el conflicto fratricida, fueron suspendidas las tareas docentes en el Instituto Cervantes. Durante la guerra y en la posguerra se produjo una gran represión  y purga del cuerpo de enseñantes.

Enseguida se acordó el traslado del gobierno de la República, intelectuales, científicos y personalidades relevantes , su traslado a lugar más seguro, Valencia, debido al asedio y previsible toma de la capital por parte de los sublevados.

En este período de la Guerra Civil, Antonio Machado se dedicó intensa y activamente a la defensa de la República con su actividad como escritor, conferenciante y poeta, asistiendo a multitud de actos.

Ya su salud en los últimos años se había deteriorado según él mismo manifestaba, esta situación de acrecentó y progresó de una forma rápida y alarmante..

Antonio Machado, tras más de 30 años de entrega a la enseñanza, se vio obligado a recorrer junto con su madre y la familia de su hermano José, el duro, cruel y penoso camino hacia el exilio de su propio país en un estado lamentable, siguiendo la misma  suerte  que tuvieron que sufrir  otros muchos de los vencidos. Triste y pobremente murió en Collioure, donde reposa,  el día 22 de febrero de 1939.

La Comisión depuradora de responsabilidades franquista acordó, por unanimidad, mediante expediente cerrado en julio de 1941, la separación definitiva del servicio de D. Antonio Machado Ruiz, con la pérdida de todos sus derechos pasivos.

Para reparar tal mezquindad hubo de esperarse durante cuarenta largos años a la orden ministerial, firmada el 31 de diciembre de 1981, por el Ministro de Educación, Federico Mayor Zaragoza que restituía a Antonio Machado de todos sus títulos y derechos.

RECAPITULACIÓN

En conclusión, se ha querido, mediante este trabajo, poner en valor su trayectoria como Catedrático de Instituto y como educador y docente, a lo largo de más de la mitad de su vida, recordando que su experiencia docente la llevó a su propia obra literaria. En tal sentido Antonio Machado se desdobló en más de una decena de personajes, conocidos como sus apócrifos. Y llama la atención que a la hora de caracterizarlos, a ninguno lo hace médico, ingeniero, jurisconsulto o diplomático, de profesión. Bien por el contrario, todos ellos resultan ser poetas y profesores. Sin duda, los dos más conocidos son Abel Martín, profesor de Filosofía y Juan de Mairena, profesor de Gimnasia y Retórica. Este último, que se encarga de analizar con sus discípulos la sociedad, la cultura, la literatura y otras áreas del conocimiento, les habla de este modo: “ Vosotros sabéis que yo no pretendo enseñaros nada, y que solo me aplico a sacudir la inercia de vuestras almas, a arar el barbecho empedernido de vuestro pensamiento, a sembrar inquietudes (...), a sembrar preocupaciones y prejuicios; quiero decir juicios y ocupaciones previos (...)”.

Y es que, como buen educador de la juventud, Antonio Machado sabía que “si la juventud no cumple su misión, que es la de adelantarse, la antorcha de la vida, que tiembla en las manos seniles, cae y se apagaba para siempre”.

 

Artículo y estudio sobre Antonio Machado Profesor, de  José  María Martínez Laseca, escritor (investigador, ensayista, articulista y poeta), natural de Almajano (Soria), 1955., comentado por Marcos Esteban Cabrerizo.

 

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