jueves, 11 de octubre de 2012

Cómo elegir la idea principal para una novela

Hay muchas maneras de apresar la idea principal que pueda servirnos como punto de partida para empezar la empresa de escribir una novela. Son raros los escritores que no se han encontrado alguna vez delante de una hoja de papel en blanco y han tenido la impresión de sentirse bloqueados, sin nada concreto que decir o, tal vez peor aún, sin ser capaces de reflejar en palabras la idea vaga que les rondaba la cabeza.

¿Cómo solucionarlo? Puede hacerse de maneras muy diferentes. Hay quien propone ponerse a escribir de forma automática, sin prestar ninguna atención al sentido de lo escrito. Otros sugieren abandonar lo que se esté haciendo y salir a la calle en busca de argumentos.. Existen escritores muy famosos que acostumbran a llevar siempre en un bolsillo una libreta para apuntar las ideas fugaces que les van saliendo y después, cuando les hace falta, utilizan las anotaciones que habían hecho.

Personalmente el procedimiento que prefiero es el de la disciplina diaria consistente en escribir todos los días a la misma hora y durante un tiempo más bien corto, como puede ser una hora o dos, siempre después de la comida, antes de acostarse, o tal vez por la mañana temprano. Un novelista al que le dieron el Premio Nobel hace ya algunos años decía que cuando la inspiración viene a vernos nos tiene que encontrar trabajando y, de un modo parecido, podríamos decir que la inspiración termina aprendiendo el momento en que estamos trabajando para venir a vernos.

Un sistema que da resultados sorprendentes es la asociación de ideas dispares que se confrontan y ponen en funcionamiento ideas nuevas, que a la vez se confrontan con otras, y así sucesivamente hasta concretar una que la reconocemos como mejor que las otras y empezamos a trabajar sobre ella.

El mecanismo puede ser tomar dos palabras al azar de páginas diferentes de un libro, o elegir dos palabras continuas o discontinuas de un diccionario.

También podemos escribir en una cuartilla una lista larga de palabras arbitrarias que podemos reducir por parejas sucesivas hasta quedarnos con las dos o tres últimas. por ejemplo, hacemos una lista de 16 palabras agrupadas de dos en dos; cada par de palabras lo sustituimos por una nueva relacionada mínimamente con las anteriores; de este modo conseguiremos ocho nuevas palabras también emparejadas, que reduciremos a cuatro, y estas cuatro últimas, formadas en dos pares, dan lugar a las dos últimas palabras, que serán el núcleo generador de la idea principal que hemos alcanzado.

Este método de captación de una idea puede complementarse con el que podríamos llamar de expansión, consistente, por así decirlo, en el camino inverso. Me explico: en el centro de una hoja en blanco escribimos la idea o palabra que queremos desarrollar, y a su alrededor anotamos cuatro palabras como si fuesen los puntos cardinales; de cada una de ellas deberán surgir dos, y de éstas, otras tantas. Por fin, las ideas que surjan del conjunto de las palabras que estén más alejadas del núcleo serán las que debamos desarrollar en nuestra novela.

Cualquiera de estos procedimientos puede sernos útil para escoger el tema de nuestro trabajo literario.


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