viernes, 18 de enero de 2019

La vida es sueño

La vida es sueño

 

ROSAURA:      Hipogrifo violento

  que corriste parejas con el viento,

  ¿dónde, rayo sin llama,

  pájaro sin matiz, pez sin escama,

  y bruto sin instinto

  natural, al confuso laberinto

  de esas desnudas peñas

  te desbocas, te arrastras y despeñas?

  Quédate en este monte,

  donde tengan los brutos su Faetonte;

  que yo, sin más camino

  que el que me dan las leyes del destino,

  ciega y desesperada

  bajaré la cabeza enmarañada

  de este monte eminente,

  que arruga al sol el ceño de su frente.

  Mal, Polonia, recibes

  a un extranjero, pues con sangre escribes

  su entrada en tus arenas,

  y apenas llega, cuando llega a penas;

  bien mi suerte lo dice;

  mas ¿dónde halló piedad un infelice?

 

       Sale CLARÍN, gracioso

 

 

CLARÍN:    Di dos, y no me dejes

  en la posada a mí cuando te quejes;

  que si dos hemos sido

  los que de nuestra patria hemos salido

  a probar aventuras,

  dos los que entre desdichas y locuras

  aquí habemos llegado,

  y dos los que del monte hemos rodado,

  ¿no es razón que yo sienta

  meterme en el pesar, y no en la cuenta?

ROSAURA:   No quise darte parte

  en mis quejas, Clarín, por no quitarte,

  llorando tu desvelo,

  el derecho que tienes al consuelo.

  Que tanto gusto había

  en quejarse, un filósofo decía,

  que, a trueco de quejarse,

  habían las desdichas de buscarse.

CLARÍN:    El filósofo era

  un borracho barbón; ¡oh, quién le diera

  más de mil bofetadas!

  Quejárase después de muy bien dadas.

  Mas ¿qué haremos, señora,

  a pie, solos, perdidos y a esta hora

  en un desierto monte,

  cuando se parte el sol a otro horizonte?

ROSAURA:   ¿Quién ha visto sucesos tan extraños!

  Mas si la vista no padece engaños

  que hace la fantasía,

  a la medrosa luz que aun tiene el día,

  me parece que veo

  un edificio.

CLARÍN:       O miente mi deseo,

  o termino las señas.

ROSAURA:   Rústico nace entre desnudas peñas

  un palacio tan breve

  que el sol apenas a mirar se atreve;

  con tan rudo artificio

  la arquitectura está de su edificio,

  que parece, a las plantas

  de tantas rocas y de peñas tantas

  que al sol tocan la lumbre,

  peñasco que ha rodado de la cumbre.

CLARÍN:    Vámonos acercando;

  que éste es mucho mirar, señora, cuando

  es mejor que la gente

  que habita en ella, generosamente

  nos admita.

ROSAURA:       La puerta

  --mejor diré funesta boca--abierta

  está, y desde su centro

  nace la noche, pues la engendra dentro.

 

      Suena ruido de cadenas

 

 

CLARÍN:    ¿Qué es lo que escucho, cielo!

ROSAURA:   Inmóvil bulto soy de fuego y hielo.

CLARÍN:    ¿Cadenita hay que suena?

  Mátenme, si no es galeote en pena.

  Bien mi temor lo dice.

 

         Dentro SEGISMUNDO

 

 

SEGISMUNDO:¡Ay, mísero de mí, y ay infelice!

ROSAURA:   ¡Qué triste vos escucho!

  Con nuevas penas y tormentos lucho.

CLARÍN:    Yo con nuevos temores.

ROSAURA:   Clarín...

CLARÍN:    ¿Señora...?

ROSAURA:   Huyamos los rigores

  de esta encantada torre.

CLARÍN:     Yo aún no tengo

  ánimo de huír, cuando a eso vengo.

ROSAURA:   ¿No es breve luz aquella

  caduca exhalación, pálida estrella,

  que en trémulos desmayos

  pulsando ardores y latiendo rayos,

  hace más tenebrosa

  la obscura habitación con luz dudosa?

  Sí, pues a sus reflejos

  puedo determinar, aunque de lejos,

  una prisión obscura;

  que es de un vivo cadáver sepultura;

  y porque más me asombre,

  en el traje de fiera yace un hombre

  de prisiones cargado

  y sólo de la luz acompañado.

  Pues huír no podemos,

  desde aquí sus desdichas escuchemos.

  Sepamos lo que dice.

 

Descúbrese SEGISMUNDO con una cadena y la luz vestido de

pieles

 

 

SEGISMUNDO:¡Ay mísero de mí, y ay infelice!

     Apurar, cielos, pretendo,

  ya que me tratáis así,

  qué delito cometí

  contra vosotros naciendo.

  Aunque si nací, ya entiendo

  qué delito he cometido;

  bastante causa ha tenido

  vuestra justicia y rigor,

  pues el delito mayor

  del hombre es haber nacido.

     Sólo quisiera saber

  para apurar mis desvelos

  --dejando a una parte, cielos,

  el delito del nacer--,

  ¿qué más os pude ofender,

  para castigarme más?

  ¿No nacieron los demás?

  Pues si los demás nacieron,

  ¿qué privilegios tuvieron

  que no yo gocé jamás?

    Nace el ave, y con las galas

  que le dan belleza suma,

  apenas es flor de pluma,

  o ramillete con alas,

  cuando las etéreas salas

  corta con velocidad,

  negándose a la piedad

  del nido que dejan en calma;

  ¿y teniendo yo más alma,

  tengo menos libertad?

     Nace el bruto, y con la piel

  que dibujan manchas bellas,

  apenas signo es de estrellas

  --gracias al docto pincel--,

  cuando, atrevido y crüel,

  la humana necesidad

  le enseña a tener crueldad,

  monstruo de su laberinto;

  ¿y yo, con mejor instinto,

  tengo menos libertad?

     Nace el pez, que no respira,

  aborto de ovas y lamas,

  y apenas bajel de escamas

  sobre las ondas se mira,

  cuando a todas partes gira,

  midiendo la inmensidad

  de tanta capacidad

 como le da el centro frío;

  ¿y yo, con  más albedrío,

  tengo menos libertad?

     Nace el arroyo, culebra

  que entre flores se desata,

  y apenas sierpe de plata,

  entre las flores se quiebra,

  cuando músico celebra

  de las flores la piedad

  que le dan la majestad

  del campo abierto a su huída;

  ¿y teniendo yo más vida,

  tengo menos libertad?

     En llegando a esta pasión,

  un volcán, un Etna hecho,

  quisiera sacar del pecho

  pedazos del corazón.

  ¿Qué ley, justicia o razón

  negar a los hombres sabe

  privilegios tan süave

  excepción tan principal,

  que Dios le ha dado a un cristal,

  a un pez, a un bruto y a un ave?

ROSAURA:      Temor y piedad en mí

  sus razones han causado.

SEGISMUNDO:¿Quién mis voces ha escuchado?

  ¿Es Clotaldo?

CLARÍN:          Di que sí.

ROSAURA:   No es sino un triste, ¡ay de mí!,

  que en estas bóvedas frías

  oyó tus melancolías.

SEGISMUNDO:Pues la muerte te daré

  porque no sepas que sé

  que sabes flaquezas mías.

     Sólo porque me has oído,

  entre mis membrudos brazos

  te tengo de hacer pedazos.

CLARÍN:    Yo soy sordo, y no he podido

  escucharte.

ROSAURA:      Si has nacido

  humano, baste el postrarme

  a tus pies para librarme.

SEGISMUNDO:Tu voz pudo enternecerme,

  tu presencia suspenderme,

  y tu respeto turbarme.

     ¿Quién eres?  Que aunque yo aquí

  tan poco del mundo sé,

  que cuna y sepulcro fue

  esta torre para mí;

  y aunque desde que nací

  --si esto es nacer-- sólo advierto

  eres rústico desierto

  donde miserable vivo,

  siendo un esqueleto vivo,

  siendo un animado muerte.

     Y aunque nunca vi ni hablé

  sino a un hombre solamente

  que aquí mis desdichas siente,

  por quien las noticias sé

  del cielo y tierra; y aunque

  aquí, por que más te asombres

  y monstruo humano me nombres,

  este asombros y quimeras,

  soy un hombre de las fieras

  y una fiera de los hombres.

     Y aunque en desdichas tan graves,

  la política he estudiado,

  de los brutos enseñado,

  advertido de las aves,

  y de los astros süaves

  los círculos he medido,

  tú sólo, tú has suspendido

  la pasión a mis enojos,

  la suspensión a mis ojos,

  la admiración al oído.

     Con cada vez que te veo

  nueva admiración me das,

  y cuando te miro más,

  aun más mirarte deseo.

  Ojos hidrópicos creo

  que mis ojos deben ser;

  pues cuando es muerte el beber,

  beben más, y de esta suerte,

  viendo que el ver me da muerte,

  estoy muriendo por ver.

     Pero véate yo y muera;

  que no sé, rendido ya,

  si el verte muerte me da,

  el no verte ¿qué me diera?

  Fuera más que muerte fiera,

  ira, rabia y dolor fuerte

  fuera vida.  De esta suerte

  su rigor he ponderado,

  pues dar vida a una desdichado

  es dar a un dichoso muerte.

ROSAURA:      Con asombro de mirarte,

  con admiración de oírte,

  ni sé qué pueda decirte,

  ni qué pueda preguntarte;

  sólo diré que a esta parte

  hoy el cielo me ha guïado

  para haberme consolado,

  si consuelo puede ser

  del que es desdichado, ver

  a otro que es más desdichado.

     Cuentan de un sabio que un día

  tan pobre y  mísero estaba,

  que sólo se sustentaba

  de unas yerbas que comía.

  ¿Habrá otro --entre sí decía--

  más pobre y triste que yo?

  Y cuando el rostro volvió,

  halló la respuesta, viendo

  que iba otro sabio cogiendo

  las hojas que él arrojó.

     Quejoso de la fortuna

  yo en este mundo vivía,

  y cuando entre mí decía:

  ¿Habrá otra persona alguna

  de suerte más importuna?,

  piadoso me has respondido;

  pues volviendo en mi sentido,

  hallo que las penas mías,

  para hacerlas tú alegrías

  las hubieras recogido.

 

     Y por si acaso mis penas

  pueden aliviarte en parte,

  óyelas atento, y toma

  las que de ellas no sobraren.

  Yo soy...

 

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