Lo más importante para empezar la tarea de escribir una novela, es tener una razón para escribirla, una idea global que queramos reflejar en ella. A partir de esta idea principal iremos creando las ideas secundarias, la trama, el desarrollo acompasado de los hechos que, finalmente, desembocarán en el desenlace necesario para exponer o probar el planteamiento previsto en un principio. Si no tenemos un motivo que nos parezca importante a nosotros, es mejor no ponerse a hacerlo porque existen muchas posibilidades de que el trabajo resultante no nos guste.
Puede ser una idea trascendental, como intentar demostrar que todos los hombres somos iguales o que la evolución de la especie va perfeccionando el comportamiento moral de las personas, pero también puede ser algo más cotidiano y de andar por casa, como la satisfacción de una partida de dominó con los amigos un domingo por la tarde o la alegría de encontrarse con una persona muy querida después de muchos años sin saber nada el uno del otro.
Lógicamente, además de esta idea central, deberán haber otras dos o tres ideas secundarias que vayan interrelacionándose entre sí y a la vez con la principal, todo lo cual irá constituyendo la urdimbre o trama de la novela formando el argumento.
Al mismo tiempo, como veremos en las explicaciones que daremos cuando hayamos avanzado un poco más en nuestros comentarios sobre el proceso de crear una novela, deberemos introducir tres o cuatro episodios menores en cada uno de los capítulos, que pueden finalizar de inmediato o en los capítulos siguientes.
No importa que los episodios que escribamos los extraigamos de nuestra propia experiencia o de vivencias que le haya ocurrido a alguna persona conocida. Basta con disfrazar parcialmente los hechos y darles un carácter literario incorporándoles al conjunto homogéneo que conforma nuestra obra. Conviene, como ya decimos, no reproducir fielmente historias reales, mucho más difíciles de transformar en literatura, sino más bien simplificándolas o modificándolas para amoldarlas a nuestro argumento concreto. Si cambiamos de sexo y edad al protagonista real, aumentamos o disminuimos adecuadamente el hecho al que nos sirve de referencia y variamos algo su final, nos sorprenderemos nosotros mismos comprobando que hemos creado una historia nueva que sólo nosotros relacionaríamos con la original.
Por último, podemos tomar como modelo de trabajo una obra ya publicada o incluso un cuento clásico, que trasformaremos hábilmente para darle una apariencia nueva y variar el enfoque de su planteamiento de partida o sus conclusiones finales. Siguiendo este método de trabajo se han escrito infinidad de obras literarias de primera magnitud sin que ello signifique ningún descalificativo hacia ellas en absoluto, y éste será en nuestro caso el hilo conductor que nos permitirá orientarnos y construir una novela desde el principio hasta el final también a nosotros.
Lo veremos en las próximas explicaciones que demos.
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