Trabajo sobre La danza de los Tapuyas (tarea 2)
Grado de Antropología Social y Cultural.
Historia Moderna.
Autor: Eutiquio Cabrerizo Cabrerizo.
Centro asociado de Cantabria.
Tel.: 646 43 10 80.
Email: eutiquio@cabrerizo.es.
La expansión del viejo mundo nade de la tendencia teleológica del ser humano de progresar buscando la mejora de su calidad de vida y de la necesidad de dar respuesta a las grandes preguntas existenciales que han actuado de motor de cambio desde la antigüedad, a través de la influencia de la Academia platónica y su visión cosmográfica.
Los primeros en aventurarse más allá del mundo conocido fueron los Portugueses, que desde que en 1415 se apoderaron de Ceuta disputarían con España la organización de repetidas expediciones de exploración y dominio progresivo de las islas atlánticas próximas, entrando en un conflicto de intereses geoestratégicos que se agravaría a partir del descubrimiento de América.
Las discrepancias entre España y Portugal fueron resueltas inicialmente por el papa Alejandro VI, que en 1493 emitió las bulas Inter Caeterea y por la firma del Tratado de Tordesillas de 1494, por el que España y Portugal acordaron el reparto de las exploraciones de las tierras desconocidas, estableciendo una línea divisoria a 370 leguas al Oeste de las islas de Cabo Verde, reservando América para la exploración española y Asia para Portugal. Este reparto hace posible la conquista de la monarquía lusa de las tierras brasileñas en 1500 con la justificación de que se situaban dentro de la demarcación geográfica fijada a pesar de que Vicente Yáñez Pinzón había tocado esas costas unos meses antes.
Sin embargo, Inglaterra, Francia, Dinamarca y Holanda no reconocieron los tratados hispano-lusos, emprendiendo diversas iniciativas de colonización de territorios del Nuevo Mundo, lo que, entre otras conquistas supone el dominio temporal holandés de la zona noreste de Brasil, con capital en Recife dentro del territorio de Pernambuco, además de asentarse de forma más estable en las islas Curazao, Aruba, Bonaire y, La Guayana, dominios de privilegio que aprovecharía para el comercio triangular y para el contrabando.
La vorágine colonizadora de las nuevas tierras descubiertas, una vez superados los atavismos al Mar Tenebroso, se desarrolló para dar respuesta a la necesidad de atender a la subsistencia del aumento demográfico europeo, pero también la búsqueda de lugares para el cultivo del azúcar y el surgimiento de leyendas relacionadas con la existencia de fuentes inagotables de oro y plata, y la existencia de plantas tintóreas para satisfacer la demanda de las clases pudientes europeas. Las expediciones eran multidisciplinares, formando parte de las mismas hombres de ciencia destinados al estudio y la catalogación de los recursos naturales, y profesionales del dibujo y la pintura, encargados de documentar gráficamente las condiciones de vida y las costumbres de los territorios conquistados.
Con este fin, el conde Mauricio Nassau, Gobernador General y administrador de la compañía de Las Indias Occidentales de 1637 a 1644, se hizo acompañar de una comitiva constituida por el naturalista Georg Marcgraf, el médico Willem Piso, el paisajista Frans Post y especialmente el pintor y dibujante Albert Eckhout, que centraría su trabajo en las personas, destacando aquellos rasgos que les diferenciaban del modelo europeo en lo que podríamos considerar un estudio antropológico de los tipos étnicos que conformaban la diversidad social de Brasil en esa época.
Los historiadores de arte han querido profundizar en las causas que pudieron llevar a los colonizadores al encargo de estos testimonios gráficos, pero es difícil la unanimidad en las conclusiones alcanzadas. En un principio se considera que Eckhout pintó sus cuadros para ser expuestos en el palacio del gobernador-general pero se cree que nunca cumplieron esta finalidad debido a que las pinturas eran excesivamente grandes para ser ubicadas en la mansión de Nassau. Lo más probable, por consiguiente, es que su interés radicase en testimoniar los aspectos diferenciales con el fin de propagar la importancia de los territorios conquistados.
El cuadro de La danza de los Tapuyas representa una escena en el que ocho indígenas tapuyas desnudos y sexuados bailan portando lanzas y tacapes en lo que podría interpretarse como un comportamiento festivo, pero también como una ceremonia ritual guerrera. Los cuatro hombres del primer plano se hacen diferenciar del resto llevando grupos de plumas de guacamayo rojo en la cabeza y en los tacapes. Uno de ellos dirige su mirada hacia delante, concentrando la atención del espectador, en lo que podría interpretarse como un gesto de diferenciación social del grupo de que forma parte. Dos mujeres ataviadas con un atuendo que sólo oculta una parte mínima de su cuerpo, les observan desde un lado con las manos tapándose las bocas en un gesto que podría interpretarse como de cuchicheo o de timidez, aunque algunos críticos de arte sugieren que podrían encontrarse marcando el ritmo de la danza con algún instrumento de viento.
En cuanto a elementos representativos de la fauna autóctona, en La danza de los Tapuyas destaca la presencia de un armadillo, que aparece en el cuadro en una posición estudiada para su realce, y podemos colegir que ha sido incluido en la composición por estar cubierto de placas duras, formando una especie de coraza exótica que utiliza como protección en casos de peligro. Más abundante es la flora, destacando de modo especial un buen ejemplar del caju o flamboyant, una de cuyas ramas puede verse con frutos y hojas por encima de las cabezas de las dos indígenas. Destacan, asimismo, troncos de cocoteros, además de la presencia de la selva sugerida con su frondosidad en el paisaje del horizonte reflejado en el cuadro.
En La danza de los Tapuyas se resalta la fuerza vital de los indígenas y la exuberancia de la naturaleza brasileña, a buen seguro principal objetivo del encargo hecho por Mauricio Nassau como bien puede deducirse a la vista del resto de los cuadros de Eckhout, donde abundan los ejemplos de fauna y flora local (serpiente muerta, perro doméstico, cobaya o capibara, una fruta de mandioca cortada, un guayabo, cañafístulas, maracuyá, recipiente de calabaza, brazaletes de semillas, cesta de fibras vegetales con frutas...), además de muestras de manifestaciones de canibalismo, esclavitud y presencia colonizadora.
Los holandeses fueron expulsados de sus posesiones de Brasil en 1654, después de un período de sucesivas confrontaciones con grupos independentistas y de rebelión, pero el tiempo transcurrido en Pernambuco representa una etapa de progreso durante la que se desarrolló de forma notable el conocimiento sobre los procesos de cultivo del azúcar y el comercio de los judíos de origen portugués. Es un período de tolerancia social, cultural y religiosa, muy alejada de las convulsiones sociales que se estaban viviendo en las Provincias Unidas derivadas de los movimientos calvinistas que estaban imponiéndose en el corazón de Europa y terminaría con la firma de la paz de Westfalia.
Algunas de las pinturas de Albert Eckhout fueron regaladas por Nassau a Luis XIV en 1678, y se reprodujeron en tapices mediante la Manufactura de los Gobelinos con una difusión sorprendente, tal vez a causa de la subyugación colonial de la naturaleza pujante y del buen salvaje. Así, podría considerarse como influencia eckhoutiana el ensayo sobre el canibalismo de Michel de Montaigne, y sirvieron de inspiración para algunas de las obras de Rubens, Bessel y el brasileño Teófilo de Jesús.
Bibliografía:
Montaigne, Michel de. Ensayos. Ed. Cátedra , D.L. ISBN: 84-376-0539-3.
Platón. Diálogos (Timeo y Critias). Ed. Gredos , 1992. ISBN: 84-249-1478-3.
Wikipedia. Albert Eckhout. http://pt.wikipedia.org/wiki/Albert_Eckhout (22/04/2015).
REBECA PARKER BRIENEN. Visions of Savage Paradise: Albert Eckhout, Court
Painter in Colonial Dutch Brazil. Amsterdam: Amsterdam University Press,
2006. Revista Iberoamericana, Vol. LXXV, Núm. 226, Enero-Marzo 2009, 269-302. http:// revista-iberoamericana.pitt.edu/ojs/index.php/Iberoamericana/ (22/04/2015).
Ana Claudia Mei Alves de Oliveira
Pontificia Universidade Católica de São Paulo: Comunicação e Semiótica Centro de Pesquisas Sociosemióticas. Signa. Revista de la Asociación Española de Semiótica. Núm. 10, 2001. http://www.cervantesvirtual.com/obra/signa-revista-de-la-asociacion-espanola-de-semiotica-4/
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