Cómo afronta nuestro cerebro el hecho de hablar más de un idioma
Autor: Nicole Chang.
Hablar una segunda o incluso una tercera lengua puede aportar ventajas evidentes, pero a veces las palabras, la gramática e incluso los acentos pueden
confundirse. Esto puede revelar cosas sorprendentes sobre el funcionamiento de nuestro cerebro.
La investigación sobre cómo las personas multilingües hacen malabares con más de un idioma en sus mentes es compleja y a veces contraintuitiva. Resulta
que cuando una persona multilingüe quiere hablar, las lenguas que conoce pueden estar activas al mismo tiempo, aunque sólo se utilice una. Estas lenguas
pueden interferir entre sí, por ejemplo, entrando en la conversación justo cuando no se espera. Y las interferencias pueden manifestarse no sólo en los
deslices de vocabulario, sino incluso a nivel de gramática o acento.
“Por las investigaciones sabemos que, como bilingüe o multilingüe, siempre que hablas, se activan las dos lenguas o todas las que conoces”, explica Mathieu
Declerck, investigador principal de la Universidad Libre de Bruselas. “Por ejemplo, cuando quieres decir 'dog' como bilingüe francés-inglés, no sólo se
activa 'dog', sino también su equivalente de traducción, por lo que también se activa 'chien'“.
Concepto de inhibición
Por lo tanto, el hablante necesita tener algún tipo de proceso de control del lenguaje. Si se piensa en ello, la capacidad de los hablantes bilingües y
multilingües para separar las lenguas que han aprendido es notable. La forma en que lo hacen se explica comúnmente a través del concepto de inhibición:
una supresión de las lenguas no relevantes.
Cuando se pide a un voluntario bilingüe que nombre un color que aparece en una pantalla en un idioma y luego el siguiente en su otra lengua, es posible
medir los picos de actividad eléctrica en las partes del cerebro que se encargan del lenguaje y la atención.
Sin embargo, cuando este sistema de control falla, pueden producirse intrusiones y lapsus. Por ejemplo, una inhibición insuficiente de una lengua puede
hacer que esta “aparezca” y se entrometa cuando se debería estar hablando en otra distinta.
Tamar Gollan, profesora de psiquiatría de la Universidad de California en San Diego, lleva años estudiando el control del lenguaje en los bilingües. Sus
investigaciones han llevado a menudo a conclusiones contrarias a la intuición.”Creo que una de las cosas más singulares que hemos visto en los bilingües
cuando mezclan idiomas es que a veces parece que inhiben tanto la lengua dominante, que acaban hablando más lentos en ciertos contextos”, indica el experto.En
otras palabras, la lengua dominante de una persona multilingüe puede verse afectada en ciertos casos. Por ejemplo, en la tarea de nombrar colores descrita
anteriormente, un participante puede tardar más tiempo en recordar la palabra de un color en su primera lengua cuando cambia a la segunda, en comparación
con la situación inversa.
En uno de sus experimentos, Gollan analizó la capacidad de cambio de idioma de los bilingües español-inglés haciéndoles leer en voz alta párrafos solo
en inglés, solo en español y párrafos que mezclaban aleatoriamente el inglés y el español.Los resultados fueron sorprendentes. Aunque tenían los textos
delante de ellos, los participantes cometían “errores de intrusión” al leer en voz alta, por ejemplo, decir accidentalmente la palabra española “pero”
en lugar de la palabra inglesa “but”. Este tipo de errores se producía casi exclusivamente cuando leían en voz alta los párrafos mixtos, que requerían
cambiar de idioma.Lo más sorprendente fue que una gran proporción de estos errores de intrusión no eran palabras que los participantes se habían “saltado”
en absoluto. Mediante el uso de tecnología de seguimiento ocular, Gollan y su equipo descubrieron que estos errores se cometían incluso cuando los participantes
miraban directamente a la palabra concreta.Y aunque la mayoría de los participantes eran hablantes que dominaban el inglés, cometían más errores de intrusión
con palabras en inglés que con las debían decir en español, un idioma que controlaban menos, algo que, según explica Gollan, es casi como una inversión
del idioma dominante.
Dominancia invertida
“Creo que la mejor analogía es imaginar que hubiera alguna condición en la que de repente escribieras mejor con tu mano no dominante”, comenta. “A esto
lo hemos calificado como dominancia invertida”.
Esto puede ocurrir incluso cuando estamos aprendiendo una segunda lengua: cuando los adultos están inmersos en el nuevo idioma, pueden tener más dificultades
para acceder a las palabras de su lengua materna.
Los efectos de dominancia invertida pueden ser especialmente evidentes cuando los bilingües cambian de idioma en una misma conversación, dice Gollan. La
experta explica que, al mezclar idiomas, los multilingües hacen una especie de ejercicio de equilibrio, inhibiendo la lengua más fuerte para equilibrar
las cosas, y a veces van demasiado lejos en la dirección equivocada.
“Los bilingües intentan que ambas lenguas sean igual de accesibles, inhibiendo la lengua dominante para facilitar la mezcla”, dice. “Pero a veces 'sobrepasan'
esa inhibición, y acaban hablando más lento que en la lengua no dominante”.
Los experimentos llevados a cabo por Gollan también descubrieron una dominancia invertida en otra área sorprendente: la pronunciación. Los participantes
a veces leían una palabra en el idioma correcto, pero con el acento equivocado. Y de nuevo, esto ocurría más con las palabras en inglés (idioma dominante)
que en español.
“A veces los bilingües eligen la palabra correcta, pero con el acento incorrecto, lo cual es una disociación realmente interesante que indica que el control
del lenguaje se aplica en diferentes niveles de procesamiento”, dice Gollan. “Y hay una separación entre la especificación del acento y la especificación
del léxico del que se van a extraer las palabras”.
E incluso el uso de la gramática en nuestra lengua materna puede verse afectado de forma sorprendente, sobre todo si se ha estado muy inmerso en un entorno
lingüístico diferente.
“El cerebro es maleable y adaptable”, dice Kristina Kasparian, escritora, traductora y consultora que estudió neurolingüística en la Universidad McGill
de Montreal (Canadá). “Cuando uno se sumerge en una segunda lengua, eso influye en la forma en que percibe y procesa su lengua materna”.
Diferente actividad cerebral
Como parte de un proyecto más amplio realizado dentro de la investigación de su doctorado, Kasparian y sus compañeros hicieron pruebas con personas que
tenían el itialiano como lengua materna y que habían emigrado a Canadá y aprendido inglés ya de adultos. Todos ellos habían declarado anecdóticamente que
su italiano se estaba oxidando y que no lo utilizaban mucho en su día a día.
A los participantes se les mostró una serie de frases en italiano y se les pidió que vieran si les sonaban bien. Al mismo tiempo, se midió su actividad
cerebral mediante un método de electroencefalografía (EEG). Sus respuestas se compararon con las de un grupo de italianos monolingües que vivían en Italia.
Los inmigrantes italianos eran más propensos a rechazar frases italianas correctas como no gramaticales si estas no coincidían con la gramática inglesa
correcta. Y cuanto mayor era su dominio del inglés, cuanto más tiempo llevaban viviendo en Canadá y cuanto menos utilizaban su italiano, más probable era
que encontraran las frases correctas en italiano como incorrectas.
También mostraban patrones diferentes de actividad cerebral en comparación con los italianos que vivían en Italia. Descubrieron que, cuando se les presentaban
frases gramaticalmente aceptables solo en italiano (pero no en inglés), los italianos que vivían en Canadá mostraban patrones de actividad cerebral diferentes
a los de Italia.
De hecho, su actividad cerebral era más coherente con lo que cabría esperar de los angloparlantes, dice Kasparian, lo que sugiere que sus cerebros procesaban
las frases de forma diferente a la de sus homólogos monolingües en su país.
Evidentemente, la mayoría de las personas multilingües son capaces de mantener la gramática de su lengua materna sin problemas. Pero el estudio de Kasparian,
así como otros realizados en el marco de su proyecto de investigación más amplio, demuestran que nuestras lenguas no son estáticas a lo largo de nuestra
vida, sino que cambian, compitiendo e interfiriendo activamente entre sí.
Navegar por estas interferencias podría ser parte de lo que hace que a un adulto le resulte difícil aprender un nuevo idioma, especialmente si ha crecido
siendo monolingüe.
“Cada vez que vas a hablar esta nueva lengua, la otra es como si dijera: '“Eh, ya estoy aquí, listo'“, dice Matt Goldrick, profesor de lingüística en la
Universidad Northwestern de Evanston (Illinois). Así que el reto es que hay que suprimir eso que es tan automático y tan fácil de hacer, en favor de algo
que es increíblemente difícil cuando se está aprendiendo un idioma por primera vez”.
Gestionar la competencia es algo en lo que los multilingües suelen tener mucha práctica. Muchos investigadores sostienen que esto les aporta ciertas ventajas
cognitivas, aunque cabe señalar que aún no hay una posición firme al respecto, ya que otros afirman que sus propias investigaciones no muestran pruebas
fiables de una ventaja cognitiva bilingüe.
En cualquier caso, el uso de las lenguas es posiblemente una de las actividades más complejas que los humanos aprenden a realizar. Y tener que manejar
varios idiomas se ha relacionado con beneficios cognitivos en muchos estudios, dependiendo de la tarea y la edad.
Algunos estudios han demostrado que los bilingües rinden más en tareas de control ejecutivo. Asimismo, hablar varios idiomas también se ha relacionado
con un retraso en la aparición de los síntomas de la demencia. Y, por supuesto, el multilingüismo aporta muchos beneficios evidentes más allá del cerebro,
sin olvidar el beneficio social de poder hablar con mucha gente.