lunes, 1 de mayo de 2017

A Miguel Hernández

 

 

            Barro te llamas, aunque Miguel te llamen. Te murieron en Alicante el año 42.

            Barro adánico te nacieron, creciste descalzo hollando sementeras, entrando en el amor como el arado, usando como escritorio la espalda de tus cabras.

En el turbión de la adolescencia, barranquera yerma, la palabra era la única escapatoria.

            El deslumbramiento del rayo encontraste en la capital de la república. Neruda fue yunque de las ideas. Aleixandre, atanor del ritmo, la rima. Maruja Mayo, arrebato del limón agrio de carne desnuda mordida.

            Justicia, sueños, libertad, afanes…

            La barbarie brutal empujó a las trincheras, al hambre.

            Vientos del pueblo. El hombre acecha.

            Josefina Manresa, ternura derramándose por el hijo en escarcha de lágrimas.

            Barro te llamas aunque Miguel te llamen, y te regresaron al barro desnudo, descalzo, en tu integridad más grande.

            Vivo en tus poemas, cada catorce de abril en el Rubicón de Santander estás con nosotros.