jueves, 14 de mayo de 2015

Un fenómeno de reciprocidad negativa

 

 

ORGANIZAR, UN CASO DE RECIPROCIDAD NEGATIVA EN AUSCHWITZ

 

 

 

"En conclusión, el hurto en la Buna, castigado por la Dirección civil, es autorizado y estimulado por los SS; el hurto en el campo, reprimido severamente por los SS, es considerado por los civiles una operación normal de cambio; el hurto entre Häftlinge es generalmente castigado pero el castigo afecta con la misma gravedad al ladrón y al robado. Quiero invitar ahora al lector a que reflexione sobre lo que podrían significar en el Lager nuestras palabras ´Bien´y ´mal´, ´justo´e ´injusto´; que juzgue, basándose en el cuadro que he pintado y los ejemplos más arriba expuestos, cuánto de nuestro mundo moral normal podría subsistir más allá de la alambrada de púas"

 

Primo Levi, en Si esto es un hombre

 

  

  Auschwitz era algo más que un campo de exterminio, más que el paradigma del horror, ya que más allá de lo físico, de lo material, supone la expulsión de los individuos morales a una tierra de nadie, en la que perdían su identidad. En este contexto de deshumanización extrema se despiertan mecanismos instintivos que hacen que los valores vitales se encuentren por encima de los valores morales, y que la transacción de bienes entre los prisioneros de los campos de concentración, se convierta en una estrategia de salvación de la propia vida.

  En el libro En el corazón de la zona gris. Una lectura etnográfica de los campos de Auschwitz (Moreno, 2010), Paz Moreno Feliu, nos presenta una visión antropológica de los campos de Auschwitz y desde una perspectiva holista nos transmite, basándose en los testimonios/memorias de los supervivientes, como era el día a día en aquel submundo y en qué consistía "la zona gris" de las relaciones sociales que surgieron en aquel contexto. Aunque son analizados en esta obra algunos temas como los rituales de paso, el cómputo del tiempo, las jerárquias, etc. En este ensayo me voy a centrar al dedicado a "La circulación de bienes: ´organizar´".

  Antes de adentrarme en los argumentos desarrollados por la autora, quiero realizar un breve apunte sobre la "reciprocidad", ya que la explicación que se maneja para desarrollar la circulación de bienes en los campos de concentración, se encuentra basada en la "reciprocidad negativa". M. Sahlins (1972) entre las diversas formas de integración económica distingue la reciprocidad y la redistribución. Dentro de la reciprocidad distingue: 1) La generalizada que sería el extremo de solidaridad. 2) La compensada o equivalente que sería un intercambio directo de bienes. 3) La negativa. El intento de conseguir algo por nada con impunidad, o las transacciones abiertas y llevadas a cabo para obtener una ventaja utilitaria neta. Esta última es en la que se basa Paz Moreno para su análisis, y a partir del que voy a realizar mi desarrollo.

  Los prisioneros en los campos de concentración eran sometidos a un proceso sistemático de expropiación total de todos los rasgos que les identificaban como seres humanos individuales: detención, transporte, despojamiento de sus pertenencias personales, violencia física, separación de los grupos familiares. El último rasgo humano se les extirpaba desnudándoles de sus ropas, cortándoles el pelo y marcándoles un número en el brazo que sustituirá al nombre propio por el que habían sido conocidos hasta entonces. La eliminación del nombre que hace singulares a las personas, tiene el efecto inmediato de despersonalizarlas, amputándoles la categoría de Persona en el sentido más clásico del concepto. El proceso de deshumanización, de animalización, se completaba así, y a partir de ese momento eran tratados con métodos comparables a los que se desarrollan con rebaños de animales estabulizados: humillaciones constantes, sometimiento a situaciones de hambre y trabajos extenuantes, riesgo permanente de aniquilación desvaneciéndose en el aire a través de las chimeneas de los hornos crematorios. La eficacia del método conseguía que los prisioneros fuesen conscientes de la ruptura con todo lo anterior y de la necesidad de desarrollar nuevos mecanismos de autodefensa, dejando en suspensión la conducta moral aprendida para dar prioridad a lo más esencial: "sobrevivir".

  El primer desconcierto, una vez adquirida la conciencia de encontrarse sumergido en un mundo cerrado en el que ni el tiempo, ni el espacio, ni las relaciones sociales con los otros carecen del sentido que tuvieron antes, es la prioridad de adquirir objetos básicos para atender a sus necesidades vitales, como una cuchara y una escudilla para comer, mejores ropas y calzado para combatir el frío inhumano, útiles de aseo para cuidar el aspecto personal y mejorar su situación dentro de la estratificación jerarquizada de los prisioneros.

  Es la primera vez que un prisionero escucha la palabra "organizar", y tiene la impresión de que no significa lo que para él significó siempre ese término. "Organizar" es conseguir algo sin preocuparse por el medio para obtenerlo. Un trozo de jabón a cambio de una salchicha, unos cuantos cigarros por un trozo de pan, la camisa y los pantalones de alguien duchándose. 

En algunas ocasiones, cuando se trataba de objetos especialmente valiosos, podía seguirse su rastro a lo largo del recorrido de la cadena de intercambios, recordando el fenómeno del kula descrito por Malinowski que tenía lugar en las islas Trobriand de 1914 a 1920, donde los brazaletes y los collares pasaban de unas manos a otras entre sus habitantes.

 

  También el significado de otras muchas palabras de uso frecuente: "Canadá" son los almacenes de los objetos conseguidos con la llegada de nuevos detenidos, con los que se hacían muchas transacciones;

  En el mundo cerrado, diríamos aislado en el sentido de espacio de terreno perdido en medio del mar, la propiedad de mutabilidad que tienen las palabras para alterar la vinculación del significado y el significante, producía un efecto predatorio en los prisioneros que contribuía a modificar sus referencias influyendo incluso en sus convicciones primordiales.

 

 

 

      El estudio realizado por Moreno Feliu, se basa en el testimonio de los memorialistas que sobrevivieron y dejaron constancia de las condiciones extremas de la vida en los campos de concentración Nazis, quienes relatan su experiencia personal realizando un ejercicio de interiorización doloroso, lo que les lleva muchas ocasiones a desplegar recursos subjetivos de justificación moral con el fin de ser capaces de convivir con el recuerdo de los comportamientos a que se vieron impelidos. De este modo, comprobamos los efectos que produce en los internos de forma inexorable el uso repetido de palabras conocidas con acepciones creadas interesadamente para imponer los principios ideológicos deseados. Diríamos que la utilización de unos mismos sistemas de comunicación modificando de manera forzada la interpretación de su significado, logra influir en la plasticidad sináptica del cerebro presentando la realidad desde un enfoque nuevo, en el que cambia por completo su relación con el entorno y hace reaccionar a las personas de un modo discordante con el modo en que lo venían haciendo. Por ejemplo, el Tercer Reich modificó el valor de las palabras fanático y fanatismo utilizándolas insistentemente como heroico y virtuoso, logrando la transformación de los significados hasta creer que una persona fanática era un héroe y un virtuoso. Este método consigue revertir el sentido de lo que se entiende por la palabra organizar, que en situaciones normales puede referirse a distribuir, ordenar o planificar argo, a la que artificiosamente se le adjudica el concepto de conseguir, sea un objeto o un servicio sin que resulte relevante el procedimiento utilizado para obtenerlo. Esta alteración del uso artificioso del lenguaje incide de manera automática en toda la serie de hechos vinculados con el efecto de dar, recibir, hacer trueques y apropiarse, una cadena de vínculos humanos a la que dedica Marcel Mauss en 1924 su Ensayo del Don y que, en sus expresiones más extremas se concreta en lo que se conoce como reciprocidad negativa, o más directamente en la manifestación de robar como medio para poseer algo, destruyendo los sistemas de relaciones sociales entre personas.

  Removidos hasta los cimientos los hábitos de intercambio de bienes que están presentes en las comunidades humanas desde las sociedades igualitarias y posteriormente han ido conformándose en las distintas culturas como instrumento positivo de socialización.

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  Organizar llega a relacionarse con una ambiguuedad moral, representando un elemento esencial para la supervivencia. La filóloga Giuliana Tedeschi, una de las memorialistas estudiadas por Moreno Feliu, intenta abarcar la amplitud de transaciones comprendidas bajo el término organizar, como intercambiar lo más heterogéneo o tomar algo por nada: "La forma en que los prisioneros organizan a expensas de todo el mundo, no tiene fin. Y quien no organice, está muerto".   Robar organizando se convirtió, en boca de otra memorialista, en un arte, una virtud, algo para enorgullecerse. "Muchos organizaban la ración del pan del vecino sin tener en cuenta si podría morir de hambre como consecuencia, o los zapatos del compañero de cama, sin importarle si umos pies sangrantes los condenaban al crematorio. Robando pan, zapatos, agua, robabas una vida para ti mismo, incluso a expensas de otras vidas". La vida en el campo dependía directamente de organizar, de aprovechar todas las oportunidades de conseguir lo necesario para vivir cada uno sin plantearse los efectos que pudiese conllevar para los demás.

  La actividad podía realizarse debido a que se extendía por la línea jerárquica de prisioneros y alcanzaba a los mandos del campo y los trabajadores civiles externos, que recibían bienes organizados por los prisioneros, y se enriquecían con el comercio de objetos de valor procedente de los detenidos.

  En definitiva, el fenómeno de organizar invierte el sistema del intercambio y la reciprocidad tradicionales, desapareciendo las reglas de la moral compartida del don , sustituyéndolas por la práctica generalizada de la apropiación  instintiva sin la conciencia de la obligación de dar, recibir y devolver. Los bienes tomados no recuerdan la esencia de su anterior propietario y, por consiguiente, nada vincula a quien ahora lo posee con el anterior, produciéndose un acto de transación de bienes que llega a constituirse como reciprocidad negativa.

Terminamos nuestro trabajo con unas palabras de Primo Levi, con la autoridad que le otorga su condición de prisionero y salvado, que pasó el resto de su vida esforzándose en abarcar la subversión de la realidad de los campos de concentración, y le costó la muerte: "El ingreso en el Lager era, por el contrario, un choque por la sorpresa que suponía. El mundo en el que uno se veía precipitado era efectivamente terrible pero además, indescifrable: no se ajustaba a ningún modelo, el enemigo estaba alrededor, pero dentro también, el "nosotros" perdía sus límites, los contendientes no eran dos, no se distinguía una frontera sino muchas y confusas, tal vez innumerables, una entre cada uno y el otro". (Los hundidos y los salvados. cap. II).

  

  Conclusiones:

  Durante la lectura detenida de la obra de Moreno Feliu nos sorprende cada vez con más fuerza a medida que vamos teniendo conocimiento del volumen y la gravedad de los hechos sucedidos, la actitud mostrada por las entidades internacionales, tanto políticas como religiosas, que difícilmente pudieron ignorar lo que ocurría y, sin embargo, no actuaron en absoluto para evitarlo ni militarmente ni tampoco mediante gestiones eficaces de tipo político, económico o influencia moral.

Los campos de concentración desarrollaron su intensa actividad de exterminación de millones de seres humanos en unas condiciones de total impunidad sólo posible si físicamente se ubicaran fuera del planeta o, al menos, hubiesen alcanzado un grado de invisibilidad mundial que resulta de todo punto imposible sin la tolerancia y en consentimiento de las fuerzas sociales que hubieran podido impedir su existencia.

  Conociendo la realidad en los campos de concentración Nazis, pensamos en la  existencia de establecimientos que pudiesen estar actualmente desempeñando una función semejante,, y nos viene a la mente Guantánamo, los espacios de detención de prisioneros en Iraq y Afganistán, las condiciones de vida de los palestinos en la Franja de Gaza y en los centros de internamiento de inmigrantes, y pensamos si sus promotores estarán gozando del mismo privilegio de invisibilidad y de ignorancia interesada, sobre todo considerando la poca información que trasciende a los medios de comunicación sobre su actividad diaria y su funcionamiento.

  Por último, en cuanto a lo que se refiere a la transación pública de bienes, es posible que en la actualidad nos encontremos sometidos a una situación semejante, tomadas las debidas distancias, en la que se está realizando la misma utilización subvertida del lenguaje para trasmutar el sentido del intercambio público de bienes y servicios, y que cuando muestros políticos y grandes empresarios hablan de "crecimiento negativo de salarios", "nueva ponderación de impuestos" y "reajustes estructurales en los programas de Educación, Sanidad y personas dependientes", el objetivo y las consecuencias reproduzcan el fenómeno del don en las condiciones más desfavorables para los destinatarios finales: la práctica de la reciprocidad negativa desarrollada en Auschwitz con la instrumentalización del verbo organizar.

 

Bibliografía

 

Moreno Feliu, P.: En el corazón de la zona gris. Una lectura etnográfica de los campos de Auschwitz. Madrid, Editorial Trotta, 2010.

Levi, P.: Si esto es un hombre. Barcelona, Mucnik Editores, 1987.

 

 

        Levi, P.: Los hundidos y los salvados, El Aleph, 2000.

        Malinowski, B.: Los argonautas del Pacífico Occidental, Barcelona, Península, 1975.

 

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        Mauss, M.: Ensayo sobre el don, ed. Katz, 2010.

Sahlins.: Stone Age Economics. Chicago, Aldine, 1972.

 


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